ANTÍFONA:
Dios te salve, oh Clara, esposa de Cristo, virgen consagrada, insigne entre las doncellas que siguen al Cordero Inmaculado: Ruega por nosotros y guíanos al Reino de los cielos.
DÍA PRIMERO:
AMBIENTE FAMILIAR Y NACIMIENTO DE CLARA. (LCl. 1-4)
CANTO: Me pensaste desde siempre. Rosa Mª Riera
COMIENZA LA "LEGENDA" DE LA VIRGEN SANTA CLARA
(La escribió Tomás de Celano, OFM, un año después de la muerte de la santa Clara, por encargo del papa, con motivo de su canonización. Junto con el Proceso de Canonización, es el documento más antiguo, escrito con los testimonios de las personas que trataron a santa Clara desde niña)
Y, PRIMERAMENTE, DE SU NACIMIENTO
1. Admirable ya por su nombre, Clara de apelativo y de virtud, esta mujer, nacida en Asís, procedía de muy ilustre linaje: conciudadana primero en la tierra del bienaventurado Francisco, comparte ahora con él el reino de los cielos.
Su padre era caballero, y toda su progenie, por ambas ramas, pertenecía a la nobleza militar; de casa rica, con bienes muy copiosos en relación al nivel de vida de su patria.
Su madre, Hortulana de nombre, que había de dar a luz una planta muy fructífera en el huerto de la Iglesia, abundaba ella misma en no escasos frutos de bien.
Pues, no obstante
las exigencias de sus deberes de esposa y del cuidado del hogar, se entregaba
según sus posibilidades al servicio de Dios y a intensas prácticas de piedad.
Tanto, que pasó a ultramar en devota peregrinación, y tras visitar los lugares
que el Dios-Hombre dejó santificados con sus huellas, regresó gozosa a su
ciudad. Por dos veces fue a orar al santuario de San Miguel Arcángel y también
visitó piadosamente las basílicas de los Apóstoles.
2. ¿Para qué más? Por el fruto se conoce el árbol y por el árbol se recomienda el fruto.
Tanta savia de dones divinos gestaba ya la raíz, que es natural que la ramita floreciera en abundancia de santidad.
Estando encinta la mujer, muy próxima ya al alumbramiento, oraba en la iglesia ante la cruz al Crucificado para que la sacara con bien de los peligros del parto, cuando oyó una voz que le decía:
«No temas, mujer, porque alumbrarás felizmente una luz que hará más resplandeciente a la luz misma».
Ilustrada con este
oráculo, al llevar a la recién nacida a que renaciera en el santo bautismo,
quiso que se la llamara Clara, confiando en que, de acuerdo con el beneplácito
de la voluntad divina, de alguna manera se cumpliría la promesa de aquella
luminosa claridad (2).
DEL TENOR DE VIDA EN LA
CASA PATERNA
3. Dada a luz de allí a poco, la pequeña Clara empezó a brillar con luminosidad muy precoz en medio de las sombras del siglo, y a ganar esplendor durante la tierna infancia, por la rectitud de costumbres.
De labios de su madre recibió con dócil corazón los primeros
conocimientos de la fe e, inspirándole y a la vez moldeándole en su interior el
Espíritu, aquel vaso, en verdad purísimo, se reveló como vaso de gracias.
Alargaba placentera su mano a los pobres y de la abundancia de su casa colmaba
la indigencia de muchos. Y para que su sacrificio fuese más grato a Dios,
privaba a su propio cuerpecito de los alimentos más delicados y, enviándolos a
hurtadillas, sirviéndose de intermediarios, reanimaba el estómago de sus
protegidos. De este modo, creciendo con ella desde la infancia la misericordia,
manifestaba un espíritu compasivo demostrando conmiseración con las miserias de
los miserables.
4. Era muy aficionada a la santa oración; en ella, rociada frecuentemente con la fragancia de lo alto, se introducía paso a paso y con diligencia en la vida espiritual.
Y, al no disponer de otro medio con el que
llevar la cuenta de sus oraciones, contaba ante Dios sus breves plegarias
mediante unas piedrecitas. Cuando empezó a sentir los primeros estímulos del
amor, comprendió, ilustrada por la unción del Espíritu, que debía desdeñar la
apariencia caduca de los adornos mundanos, tasando en su vil precio las cosas
viles. Por eso, debajo de los vestidos preciosos y sensuales, llevaba escondido
un pequeño cilicio, mostrándose por fuera aparentemente mundana, pero
revistiéndose interiormente de Cristo. Por último, cuando los suyos quisieron desposarla
con un marido de su nobleza, no accedió en absoluto; al contrario, aparentando
dejar para más adelante el matrimonio con un mortal, confiaba su virginidad al
Señor.
De este modo comenzó a paladear la virtud en su casa paterna,
tales fueron sus primicias espirituales, tales los preludios de su santidad. Y
así, al estar tan rebosante del perfume interior, su fragancia misma la
delataba, como sucede con un pomo de aroma exquisito, por más cerrado que se
halle. En efecto y sin que ella lo percibiese, comenzó a estar elogiosamente en
boca de sus vecinos; y se fue divulgando entre el pueblo la noticia de su
bondad descubriendo una justa fama sus obras secretas.
RESPONSORIO:
V. Salve, oh gloriosa virgen Clara, tú reinas con los ángeles y
recibes el honor de los hijos de la Iglesia.
R. Tú, que a tantos guiaste a la vida eterna por el camino de la
penitencia, intercede a Cristo por nosotros.
PEDIMOS LA GRACIA A SANTA CLARA.
(Padre
nuestro, Ave María y Gloria)
ORACIÓN
Señor y Dios nuestro, al recordar con alegría a la Madre
Santa Clara, te rogamos que enraizados en la fe y en el amor, vivamos cada día
el misterio de la resurrección y disfrutemos de tu presencia en el cielo. Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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