Que hemos adornado este año en la iglesia de
nuestro monasterio.
La corona de Adviento surgió en la Edad Media como símbolo de
amor y luz hacia Dios.
Es una corona de ramas verdes de pino, abeto, ciprés, laurel…
con cuatro velas.
La primera vela, es encendida en el primer domingo de
Adviento y las restantes son encendidas durante las siguientes semanas.
Dibujada en el mantel del altar aparece la Inmaculada, Virgen del Adviento, que celebraremos el 8 de diciembre y cuya novena empieza hoy.
SIMBOLISMO
Su forma circular, representa la eternidad. El círculo es un
símbolo del ciclo eterno de las estaciones.
Una cinta de color roja en la corona, simboliza el amor de
Dios por la humanidad y el amor de los fieles que esperan el nacimiento de
Jesús.
Las 4 velas, representan las cuatro semanas de Adviento y son
encendidas en cada Domingo de Adviento.
Las ramas verdes simbolizan la inmortalidad.
La luz se identifica con el espíritu y la fuerza de la vida
que persiste, aún en medio de los días cortos y del frío que gobierna
usualmente el Hemisferio Norte en el tiempo de Adviento.
En la simbología cristiana, la luz significa Cristo. El
Evangelio de Juan lo presenta como la «luz del mundo»
El color verde de la tela que adorna la corona y está bajo el pesebre vacío simboliza la esperanza.
QUÉ ES EL ADVIENTO
Según la Biblia, el Ángel Gabriel, se le apareció a María,
indicándole que pronto daría a luz a un niño, hijo de Dios, que llamaría Jesús,
y su reino no tendría fin. Ese tiempo de espera, es caracterizado como
Adviento.
Del latín: latín “adventum” que significa “llegada”. Adventus
Redemptoris, “venida del Redentor”.
El Adviento es el tiempo litúrgico que nos invita a preparar
nuestros corazones para el nacimiento de Nuestro Salvador. Es un tiempo de
alegría para los cristianos.
Se celebra los cuatro domingos anteriores a la Navidad.
¡Ojalá nuestro corazón se convierta en un auténtico pesebre!
Dejemos que Jesús vuelva a nacer en él.
TIEMPO DE VIGILANCIA
GOZOSA
El Adviento es el tiempo de la espera vigilante y gozosa, el
talante que caracteriza a la Iglesia y al mismo cristiano, porque el Dios de la
revelación, que poco a poco va desvelando su rostro, es el Dios de la promesa
que en Cristo manifiesta toda su fidelidad al hombre; puesto que, en su Hijo,
Dios da su “sí” a todas las promesas hechas (2 Corintios 1, 20).
Una hermosa imagen bíblica para los creyentes es la de las
vírgenes prudentes que, con sus lámparas encendidas y llenas de aceite, esperan
al Novio.
La tradición interpreta el aceite como las buenas obras de la
caridad, por lo que esta espera vigilante y gozosa debe estar empapada de obras
concretas para con los hermanos más necesitados, de tal modo que hagan
resplandecer la luz de Cristo, a quien esperamos con alegría.
En la liturgia del Adviento de todas las Iglesias cristianas
sobresalen las figuras del profeta Isaías, de Juan el Bautista, de María, madre
de Jesús, y de José de Nazaret.
Las lecturas bíblicas del tiempo de Adviento están tomadas
sobre todo del Libro de Isaías (primera lectura), aunque también se recogen
otros pasajes proféticos del Antiguo Testamento que señalan la llegada del
Mesías (por ejemplo, Jeremías 33:14-16). En las lecturas semanales, Isaías
aparece 15 veces.
Juan el Bautista, presentado por los evangelios como el
precursor que preparó los caminos para la llegada de Jesús de Nazaret, se
incluye en el segundo y tercer domingo de Adviento. La predicación de Juan el Bautista, que se caracteriza
por incorporar la frase del Libro de Isaías «Una voz grita en el desierto:
prepad los caminos del Señor, allanad sus senderos» (Mateo 3:3), hace de él
una de las personalidades propias de la liturgia del tiempo de Adviento.
María de Nazaret se presenta en la liturgia de Adviento
particularmente en los pasajes evangélicos correspondientes al cuarto domingo,
sola o acompañada por Isabel. María también aparece acompañando a su esposo
José de Nazaret en el evangelio del cuarto domingo de Adviento, en el ciclo de la liturgia.
Se trata de modelos de creyentes
que la Iglesia ofrece a los fieles para preparar la celebración de la venida de
Jesucristo