¿QUÉ CELEBRAMOS? ¿POR QUÉ ES UN DÍA TAN GRANDE?
Celebramos el momento en que comenzó a existir sobre la tierra la única mujer de
la historia cuya alma no estaba machada por el pecado original.
Eva fue la primera mujer creada por Dios en estado de gracia.
Pero en su libertad, escogió desobedecer a Dios, no fiarse de su palabra.
Engañada por la Serpiente Primordial (el ángel caído) dijo “NO” a Dios y sedujo a Adán. Sus almas quedaron
“dañadas” por una inclinación al mal que se ha ido transmitiendo a todos sus
descendientes. Es lo que llamamos pecado original.
En la fotografía no se aprecia ese “halo”
sobrenatural que envuelve la imagen “vivificada” por un rayo de sol
Cuando Santa Ana concibe en su seno, aquel cigoto estaba
dotado de un alma purísima, la única libre de esa inclinación al pecado.
Por eso llamamos a la Virgen María AURORA DE SALVACIÓN, porque de Ella nacería el Nuevo
Adán, que con su obediencia al Padre hasta la muerte en cruz, redimiría
a la humanidad del pecado original consecuencia de una desobediencia.
El “NO”
de EVA, el AVE (Eva leído al revés) lo convirtió en un “SÍ”.
Por eso es la Madre de la Nueva Humanidad.
La Inmaculada es la patrona de España. También de la Orden
Franciscana, pues nuestra Orden, a lo largo de toda su historia, ha defendido
este dogma que fue proclamado como tal hace hoy 163 años. Mención especial
merece el beato Juan Duns Scoto, quien afirmó del Verbo que: “Pudo, convino,
luego lo hizo” a su Madre libre de culpa original. Frente a la Orden de Santo
Domingo que defendía lo contrario.
La Virgen María está representada en aquella mujer del
Apocalipsis, VESTIDA DE SOL, vestida de Dios. Pero a su vez ella es la
vestidura del Sol que nace de lo alto, el Dios encarnado en sus entrañas
virginales. San Francisco invocaba a la Virgen como “Vestidura de Dios”, “Palacio
de Dios”.
La Virgen
María es la criatura más luminosa de toda la creación, la toda santa, la llena de gracia,
llena de Dios; porque primero se ha vaciado de sí misma.
Tenemos en nuestra iglesia una bellísima imagen de la
Inmaculada. Ciertos días del año, a una hora concreta el sol irrumpe en sus
bellos ojos. Es un espectáculo digno de admirar. Parece que la imagen cobra
vida en sus ojos iluminados y nos dice:
“Yo
no soy nada, lo que soy se lo debo a Dios que ha hecho obras grandes en mí.
Miradlo a Él, contempladlo a Él, alabadlo y dadle gracias porque solo Él es
santo”.
Solo Él pudo preservarte, querida Madre, de la sombra del pecado
que hemos heredado todos los hombres.
En ti contemplamos a la humanidad redimida que busca a Dios y le
ama sobre todas las cosas.
En ti resplandece aquella belleza que recibes del SOLO BELLO que
comunica el ser y la belleza a todo cuanto existe.