1. ¿Qué es esto de la
vida contemplativa, la vida monástica?
El ser
contemplativos es una dimensión de la vida cristiana. Todo bautizado ha
recibido el don del Espíritu Santo que le capacita para ver la realidad con los
ojos de la fe, descubriendo en la creación la mano de Dios. También está
llamado al trato con Dios por medio de la oración personal y a cultivar su vida
espiritual. Esto es para todos los cristianos.
Cuando
hablamos de vida contemplativa o monástica nos referimos a un estilo peculiar
de vivir el seguimiento de Cristo. Está el apostolado de la acción y el
apostolado de la contemplación. Cuando Jesús subió al cielo envió a sus
discípulos a ser testigos del Reino de Dios, anunciando lo que habían visto y
oído de su Maestro.
Este modo
de vida se desarrolla dentro de un monasterio femenino o masculino. Hombres y
mujeres separados del mundo (no evadidos) que se dedican exclusivamente a Dios.
Hemos sido llamados para estar con Dios viviendo en una comunidad de hermanos o
de hermanas. Nuestro existir ya da testimonio de la primacía de Dios. Esta
separación nos facilita el trato con Dios en la oración, evitando todo lo que
pueda separarnos de Él y de la escucha meditativa de su Palabra. El
contemplativo ejerce el apostolado de la oración. Ésta llega a todos los
rincones del mundo, allá donde haya algún hermano con necesidades en su cuerpo
o en su alma. La oración mueve los corazones de los hombres a un cambio hacia
el bien y desde ahí se va construyendo el Reino de Dios. Muchas personas se
acercan a nuestro monasterio pidiendo oraciones por intenciones o necesidades
particulares: exámenes, enfermos, alejados de la Iglesia,… y luego vienen a
darnos las gracias.
2. ¿Y qué se nos pide
en este domingo?
El domingo
pasado, Pentecostés, celebrábamos el día de la Acción Católica y del Apostolado
Seglar. Este domingo de la Santísima Trinidad se celebra el día de la Vida
Contemplativa (Jornada pro Orantibus). En este día todo el Pueblo de Dios ora
por los contemplativos, por su fidelidad, por su perseverancia y santificación,
por sus necesidades, por un aumento de vocaciones. Es un día de oración por
todos los que dedican su vida a rezar por el mundo.
También el
día de hoy se quiere despertar la conciencia de esta realidad eclesial,
invitando a los fieles que conozcan este modo de vivir, que se acerquen a algún
monasterio, que hablen con algún monje o monja. En nuestra diócesis de Albacete
hay tres monasterios de Carmelitas (Albacete, Caudete y Villarrobledo); dos de
clarisas (Hellín y Villarrobledo); uno de franciscanas de la TOR en Alcaraz y
otro de Cistercienses en Villarrobledo.
3. ¿Cómo es vuestra
vida diaria?
Muy
sencilla, comenzamos con la oración litúrgica y personal. Después de la
Eucaristía la jornada va alternando momentos de trabajo, oración, estudio, recreación
y descanso. A simple vista puede parecer monótona, gris o triste, pero no es
así. No conocemos la rutina ni el aburrimiento. En casi treinta años que llevo
en el monasterio ni un solo día es igual. Nuestro Dios es el Dios de las
sorpresas. En el “Hoy” cotidiano estamos con Cristo, vivimos bajo su mismo
techo, tenemos la experiencia personal de que está vivo y presente no solo
dentro de nuestro corazón sino en medio de la comunidad.
4. ¿Cuándo entró al convento y cómo?
Yo tenía 20
años. Dios es un gran pedagogo, pues yo no quería ser monja ni me gustaba verme
con un hábito, pues era muy presumida. El Señor me dio todo lo que yo había
deseado y soñado: estudios, viajes al extranjero, una pandilla de amigos muy
buena en mi pueblo (Socuéllamos) y después en la Universidad, buena familia…
pero en el fondo había un vacío que estas cosas no podían llenar. Sentía que
todo me sobraba, que yo quería ser pobre. Por otro lado, desde niña alimenté
una relación personal con Jesús y con la Virgen María. A Jesús lo sentía vivo
en el sagrario y me atraía, a Ella acudía como a una madre. Cuando terminé los
estudios descubrí que mi relación con Jesús era algo más que la de un simple
amigo. Él me llamaba a ser su esposa.
5. ¿Está feliz?
No estoy
feliz, SOY feliz, muy feliz y no
cambiaría mi vida por ninguna otra, pues me llena por dentro, me plenifica. Si
me preguntas por un adjetivo que defina mi
vocación contemplativa te diría que es
PRECIOSA, rica, profunda, humanizante, enriquece a la persona en todas sus
dimensiones, nos centra en lo esencial. Pero esta felicidad brota y nace de la
unión con Cristo en su misterio de pasión, muerte y resurrección. Ya lo anunció
Jesús: “El que quiera seguirme que cargue con su cruz cada día y se venga
conmigo”. Todo ser humano sufre, pero la clave está en saber sufrir. El
sufrimiento unido a Cristo adquiere un valor redentor infinito, le ayudamos a
salvar almas.
6. Un convento no
está cerrado sino abierto al mundo no estáis alejadas y aisladas de las
personas.
Oímos
muchas veces decir a algunas señoras: “¡Ay, si me hubiera metido a monja de
cuántas cosas me habría librado! Vosotras estáis ahí como entre algodones, no
sufrís y os evitáis muchas cosas. El mundo está muy mal, ahí dentro es donde
mejor se vive”. Esta es la concepción que se tiene de un convento, como si
viviéramos en un nirvana donde ni se siente ni padece. Eso no es real. Vivir
con las mismas personas en un lugar cerrado durante toda la vida exige una
gimnasia interior constante para no romperse por dentro. Debemos ejercitar la
comprensión, el perdón, el diálogo, el ver a la hermana cada día con ojos
nuevos, olvidar las ofensas. Esto también es un testimonio ante el mundo.
¿Cuántas personas dejan de hablarse por cuestiones de herencia o malos entendidos?
Y viven amargadas porque sin amor no se puede ser feliz.
Por otra
parte los muros del monasterio no son
barreras. Nos enteramos de las cosas que pasan fuera pues nos las dicen y
rezamos por la realidad que nos ha tocado vivir a todos, pues formamos parte de
ella. Además somos muy sensibles al sufrimiento de las personas, las llevamos
en nuestro corazón y las presentamos cada día al Señor.
7. Algunas palabras
sobre el lema de este año.
El lema
está tomado de una frase de santa Teresa de Jesús tomada de su libro Camino de
Perfección: “Solo pido que le miréis”.
Tres siglos
antes que santa Teresa escribiera esto otra santa llamada Clara de Asís,
también nos pedía que le mirásemos, pero además añadía otros verbos. Así
escribía a una de sus hijas espirituales: “Mira,
observa, considera, contempla, con el anhelo de imitarle a tu Esposo, el más
bello de los hijos de los hombres, hecho por tu salvación el más vil de los
varones. Y transfórmate por la contemplación en imagen de su divinidad”.
Tantos verbos expresan un dinamismo increíble en el alma de nuestra santa
madre. Para ella no se trata de mirar solamente, sino de considerar, contemplar
con un deseo ardiente de imitar a la persona amada. Además es un mirar que
transforma a la persona desde dentro en Cristo, un mirar que lleva a la
identificación y unión con su Esposo.
“Solo pido que le miréis”. Este lema
nos lleva a hacernos una pregunta: “¿Hacia
dónde dirijo yo la mirada?”. Por supuesto que hacia lo que me interesa y
motiva. Hoy día lo más común es: la televisión, el ordenador y el móvil. Nos
saturamos de imágenes que llenan la mente y dejan el corazón vacío. Si solo por
hoy dedicáramos un rato a dirigir una mirada atenta a Jesús crucificado, seguro
que algo cambiaría en nuestra vida.
Entrevista realizada por
el delegado de Medios de Comunicación Social de la Diócesis de Albacete y
retransmitida por la Cope el viernes 25 de mayo, con motivo de la JORNADA PRO
ORANTIBUS 2018
Icono de la Santísima Trinidad, realizado por nosotras y adornado en el día de su fiesta con las rosas de nuestro jardín
GLORIA AL PADRE Y AL HIJO Y AL ESPÍRITU SANTO, AL DIOS QUE ES, QUE ERA Y QUE VENDRÁ.
SANTO DÍOS, SANTO FUERTE, SANTO INMORTAL, TEN MISERICORDIA DE NOSOTROS Y DEL MUNDO ENTERO