DÍA NOVENO:
CORONACIÓN DE LA
SANTÍSIMA VIRGEN
CANTO: Coronada con doce estrellas, en el cielo apareció.
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros
enemigos, líbranos, Señor, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amen.
ACTO DE CONTRICIÓN: Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre
verdadero…
ANTÍFONA: Elijo y consagro este templo para que esté en él mi
nombre eternamente. Mi corazón y mis ojos estarán siempre en él. (2º Crónicas
7, 16)
ORACION PARA TODOS LOS
DÍAS
Virgen Santísima del Remedio que en tu solicitud de Madre de
los hombres no te cansas de idear prodigios para remediar nuestras muchas
necesidades y que dejándote señalar en el humilde barro de una teja, recibes la
veneración de estos hijos que en Ti confían, a cambio de los innumerables
beneficios que les dispensas. Permite, Madre de bondad y ruega a tu Divino Hijo
que se graben cada vez más en nuestra alma sus saludables ejemplos para que
siguiendo las huellas de sus virtudes y estampándolas en el frágil barro de
nuestra humana condición, la transformen y eleven a las alturas de la gracia
para más tarde hacerla participar de los esplendores de la gloria. Amén.
MEDITACIÓN:
CORONACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
PUNTO 1º «Ven, Esposa mía, ven, que vas a ser coronada». Estas palabras puestas en boca del Esposo del Cantar de los Cantares tienen perfecta aplicación al misterio que celebramos hoy. Saldría a recibir a María toda la Santísima Trinidad acompañada de un cortejo de ángeles y bienaventurados, y el Padre pondría sobre su Hija predilecta la corona de su poder, el Hijo sobre su Madre la corona de la sabiduría y el Espíritu Santo sobre su Esposa la corona de su amor.
Y los tres prepararían el trono de María
a la derecha de Jesús y la declararían Reina universal del cielo y de la
tierra. Así la contempla el real Profeta, sentada a la diestra del Excelso y
dice que está vestida de oro y rodeada de variedad para significar la altísima
dignidad de esta Reina incomparable que, semejante en algo a Ester, fue
superior a ella en la autoridad y poder que el Divino Asueto puso en sus manos.
No una vez sola; siempre que la invocamos libra a sus hijos del exterminio de
la culpa, e intercede por nosotros para que se aplaque la justicia de Dios y
deje lugar al ejercicio de su misericordia.
(Breve silencio
meditativo)
PUNTO 2º A gran honra tienen los altos personajes de la corte servir a su rey, y a medida que va creciendo la gloria de éste, tanto más dichosos se consideran de servirle fielmente. Pues ¿cuánto debemos honrarnos nosotros de ser vasallos de María cuyo reino no está limitado por las fronteras de ningún otro terreno, sino que se extiende al universo todo?
Sirvamos a esta Reina; rodeémosla con amor, tributémosla el culto de nuestra
veneración, que bastante tiempo hemos sido esclavos del demonio y muchas veces
convertidos en juguete del pecado. ¡Qué diferencia entre estas servidumbres!
Los reyes de la tierra suelen imponer tributos a sus vasallos, y María no
solamente no los impone, sino que reparte mercedes con prodigalidad de Reina y
generosidad de Madre; el demonio exige por su servicio que abdiquemos de
nuestro derecho al cielo, ofrece vanos y fugaces placeres que luego roen
nuestra conciencia y eternamente nos atormentan, y María, en cambio, siembra de
paz nuestra vida, llena de tranquilidad el alma y nos brinda con la misma
gloria de que Ella goza que es la eterna de los santos. Ánimo pues, y rindamos
a esta Reina el tributo de nuestro Amor.
(Breve silencio
meditativo)
ORACIÓN PROPIA DEL DÍA
NOVENO
Virgen excelsa que fuiste coronada por la Santísima Trinidad como reina de los ángeles, de los hombres y de todas las criaturas para que desde el cielo ejerzas e1 ministerio de tu bondad con las almas que cruzan este valle de lágrimas y con las que sufren en la cárcel del purgatorio.
Derrama compasiva la mirada sobre nuestras miserias, y sobre todo, prolonga tu protección a las almas que padecen en el lugar de expiación para que sientan mitigarse las penas de aquel fuego que las consume y pronto podamos todos entrar en las mansiones de la gloria donde seamos coronados con la carona de los justos por toda la eternidad. Amén.
PÍDASE LA GRACIA
QUE
DESEEMOS ALCANZAR
(Tres Avemarías)
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Virgen Santísima del Remedio, salud de los enfermos, consuelo de los afligidos y amparo de los que te invocan, no podemos alejarnos de tu presencia sin que antes recordemos con gratitud los beneficios recibidos de tus manos.
Tú vienes a nuestras casas cuando la enfermedad hace presa en alguno de nuestros miembros y al momento renace la tranquilidad y se despeja el horizonte de nuestras esperanzas. A Ti acudimos cuando la barquilla de nuestra fe amenaza naufragar en los escollos del mar proceloso de las pasiones, y eres faro esplendente que le señala el norte de la virtud y brisa suave que le alienta para arribar al puerto de la gloria. Tú eres la compañera inseparable de esta Comunidad que te guarda y venera como su tesoro. Tú eres el paño de lágrimas que enjuga las de todos los hijos de este pueblo que en Ti ponen su confianza; Tú resuelves nuestras dudas; Tú alivias nuestras penas; y con el mismo afán con que fijamos nuestros ojos en el barro de esa teja que has elegido como trono de tus bondades para venerar impresa tu sagrada imagen, recorremos uno por uno tus inmensos beneficios y los fijamos en las fibras de nuestro corazón para agradecerlos dignamente y, por tu mediación, reconocer al Dador de todo bien, Cristo Jesús, a quien sea dado todo honor y toda gloria en los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO A LA VIRGEN DE LA
TEJA
Letra y música: Ángel
de Toro, Pbro.
(Se puede escuchar en
YouTube)
Desde la tierra que nos engendra,
junto a la vida que Dios me dio,
he recibido por Madre tierna
la misma Madre del Redentor.
Busca el amparo bajo la Teja,
que nos protege como al Señor.
¡Qué bien me acuna!, ¡qué bien me
mece!
la misma Madre que al Salvador.
Ella me guarda bajo su manto,
y me conserva en el corazón.
Ella me cubre cual dulce Teja
de frío y lluvia de mal y sol.
En un convento de pobres Claras,
quiso María grabar un don,
sin moldearlo en barro cocido
para que crezca como el amor.
Sienta la Tierra dócil y limpia,
los mismos dedos del Creador.
Sienta mi alma la dulce dicha
de Nazaret en la Anunciación.
Ella me guarda bajo su manto,
y me conserva en el corazón.
Ella me cubre cual dulce Teja
de frío y lluvia de mal y sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario