“YO SOY EL PAN VIVO QUE
BAJA DEL CIELO”
Inspiradas en estas palabras de Jesús hemos preparado el
monumento de este año.
En la parte superior vemos la representación de una forma
gigante con la inscripción:
JHS
Que significa:
Jesús Hombre Salvador
Está en alto, en la parte superior, porque Cristo baja cada
día Cristo al altar por manos del sacerdote.
En el centro está el sagrario, entronizado en un haz de luz.
Ahí está encerrado Jesús Eucaristía.
“Vista, gusto y tacto
se engañan en ti.
La fe está segura tan
solo al oír,
creo cuanto ha dicho el
Hijo de Dios,
la Verdad del Verbo, no
hay Verdad mayor”
A la derecha del sagrario un cuadro de Jesús ofreciéndonos su
Cuerpo para comer, su sangre para beber.
“Tomad y comed, todos de Él, porque
este es mi Cuerpo, entregado por vosotros”
“Tomad y bebed, todos de Él, porque
esta es mi Sangre, derramada por vosotros”
Un Dios que se da, que se entrega por amor; primero en la
Eucaristía como anticipo, de forma incruenta, luego en la Cruz, de forma
cruenta.
Junto al cuadro de Jesús, unas flores y unas palmas verdes
que nos recuerdan su martirio.
¡ES EL REY DE LOS
MÁRTIRES!
La mesa, cubierta con un precioso mantel, y los platos de
barro, nos recuerdan la Última Cena de Jesús con sus apóstoles.
Durante la Cena, instituyó el sacramento del Sacerdocio y de
la Eucaristía.
El vino y el pan, dos alimentos básicos del hombre, son
transformados por Jesús en su Cuerpo y Sangre.
A los pies de la mesa una palangana nos recuerda que Jesucristo
es el “Siervo de Yahvé” descrito por el profeta Isaías.
Solo los siervos
lavaban los pies y eso hizo Jesús con sus apóstoles: Se puso a sus pies.
¡Qué bien expresa el anonadamiento de Jesús el apóstol san
Pablo en su carta a los filipenses!
“Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo.
Se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de Cruz”
(Filipenses 2, 6)
El raso dorado iluminado nos recuerda la zarza ardiente del
Monte Sinaí, lugar de la presencia de Dios. Desde la zarza Dios dijo a Moisés:
“Descálzate, porque el
sitio que pisas es sagrado”
(Éxodo 3, 5)
Ante la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía nos tenemos
que “descalzar”, tomando conciencia de que estamos en la presencia de Dios.
Nos remite también a las palabras de Jesús:
“He venido a prender
fuego a la Tierra
y ¡ojalá estuviera ya
ardiendo!”
(Lucas 12, 49)
La palma es signo de victoria.
Cinco palmas a la derecha del sagrario nos recuerdan las
cinco llagas dolorosas del salvador, que los clavos hicieron en sus manos, pies
y costado.
Las flores, como criaturas de Dios, se yerguen esbeltas hacia su Dios y creador, proclamando su grandeza; y se postran en adoración reconociendo su señorío.
Los tallos están colocados en forma vertical y
horizontal.
Acompañemos estos días
santos a Nuestro Señor, realmente presente en el monumento que hemos preparado
para Él.
Hagamos con Él la
Pascua, el “paso” de la muerte a la Vida.
Agradezcamos los dolores que ha soportado por nuestra
salvación.
Sintámonos amados
personalmente por un Dios hecho hombre en la persona de Jesús.
Vivamos como verdaderos hijos de Dios.
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