A los 40 días del nacimiento de
Jesús, celebramos hoy su presentación en el Templo. Jesús es llevado por sus
padres, María y José, como hacían todas las familias judías con su primogénito.
Lo ofrecieron a Dios y luego lo rescataron con un par de tórtolas.
Simeón y Ana fueron los únicos que
reconocieron en Él al Mesías esperado, Luz de las naciones y gloria del pueblo
de Israel. Por eso hoy en la misa llevamos todos candelas en las manos,
simbolizando la Luz que es Cristo. De ahí el nombre de día de La Candelaria.
La fiesta de hoy sirve, en cierto
modo, de clausura de la celebración de la Navidad.
La Iglesia celebra la Vida
Consagrada el 2 de febrero
“La vida consagrada con María, esperanza de un mundo
sufriente”
Es el lema de la Jornada Mundial de
la Vida Consagrada que se celebra el 2 de febrero de 2020, fiesta de la
Presentación del Señor en el templo.
El mensaje de los obispos de esta
Comisión recuerdan el día de hoy que «también hoy nuestra Madre desde el Cielo
continúa alentando nuestra esperanza; y los consagrados participan de esta
misión de llevar esperanza a un mundo sufriente».
− María acudió rápidamente a ayudar
a su anciana prima Isabel en los últimos meses de su embarazo. Con Ella, miles
de personas consagradas en todo el mundo atienden a madres con dificultades,
luchan por la vida del no nacido, cuidan a ancianos abandonados, a enfermos y a
personas vulnerables.
− María cuidó y educó a Jesús. Con
Ella, los consagrados se dedican con mucha frecuencia al servicio de la
educación de niños y jóvenes.
− María estuvo al lado de su Hijo
en su Pasión y muerte en la cruz. Con Ella, son muchos los consagrados que
están cerca de los encarcelados, de los que sufren violencia, persecución o
explotación.
− Tras la muerte de Jesús, María
acompañó y consoló a los Apóstoles, alentando la esperanza en la Resurrección y
en la venida del Espíritu Santo.
Con Ella, las personas consagradas
llevan aliento y consuelo a quienes sufren tristeza, incomprensión, rechazo,
angustias, desesperación.
− Pero, sobre todo, María, y con
Ella las personas consagradas, son fuente de esperanza en todas esas situaciones
porque entregan al mundo a Jesucristo, es decir, a Aquel que vino a dar sentido
al sufrimiento y a la muerte, porque es Aquel que venció el pecado, origen de
todos los males que sufre la humanidad.
María y las almas consagradas
anuncian que el mal no tiene la última palabra, porque el Bien –Dios– es más
fuerte; que en el reino de los Cielos «ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto
ni dolor» (Ap 21, 4), porque no habrá pecado; y que debemos anticipar ese Reino
ya en este mundo, mediante nuestras obras buenas, y nuestra caridad, fe y esperanza.
Solo así seremos para los demás «estrellas de esperanza», como nos enseñó
Benedicto XVI.
Recemos hoy por todos los consagrados y por un aumento de vocaciones.
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