Solemnidad de la Santísima Trinidad
La vida contemplativa. Corazón orante y
misionero”
16 de junio de 2019
Mañana celebraremos la Solemnidad de la Santísima Trinidad,
en la que confesamos y veneramos al único Dios en la Trinidad de personas, y la
Trinidad de personas en la unidad de Dios.
Solo Dios puede darnos a conocer este misterio
revelándose Él mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En este domingo de la Santísima Trinidad que la Iglesia en España celebra la Jornada de la Vida Contemplativa –Jornada Pro orantibus–, todo el Pueblo de Dios, junto con sus obispos, agradecen a Dios el corazón contemplativo y misionero de tantos hombres y mujeres que, desde sus claustros y monasterios, no dejan de contemplar el rostro de Dios y de irradiar su luz a todos los corazones.
Los monjes, las monjas y la vida eremítica ofrecen su vida en
alabanza continua a la Santa Trinidad y su oración de intercesión por la
comunidad cristiana y el mundo entero.
Este año los obispos españoles proponen como lema para
esta jornada:
«LA VIDA CONTEMPLATIVA.
CORAZÓN ORANTE Y MISIONERO».
Con la constitución apostólica Vultum Dei quaerere del
papa Francisco y la consecuente instrucción aplicativa Cor orans, la
vida contemplativa, especialmente la femenina, se encuentra inserta en una
profunda reflexión de cara a la adecuada puesta en práctica de las indicaciones
recibidas.
Al mismo tiempo, en el horizonte eclesial se vislumbra cada
vez más cercano el mes extraordinario misionero, que viviremos en el ya próximo
mes de octubre.
En este contexto misionero, el Cardenal Fernando Filoni,
prefecto de la Congregación para la Evangelización de los pueblos, ha propuesto
concretamente:
«Que las comunidades contemplativas monásticas y claustrales se dediquen a un ejercicio de oración y reflexión que pueda ayudar a las Iglesias particulares, a los fieles y a los pastores en su tarea de conversión y misión.
«Que las comunidades contemplativas monásticas y claustrales se dediquen a un ejercicio de oración y reflexión que pueda ayudar a las Iglesias particulares, a los fieles y a los pastores en su tarea de conversión y misión.
En medio del mundo vosotros, hermanos y hermanas, gracias a
la radicalidad bautismal de vuestra vocación contemplativa, sois una señal
eficaz de la pertenencia filial de cada hombre a Dios.
En la vida diaria ordinaria de los monasterios y comunidades
vivís la esencia cristiana que representa el corazón de la misión, el centro
del anuncio y de todo testimonio evangélico.
A nuestros hermanos monjes y a nuestras hermanas claustrales
debemos hacer referencia, para que todo, la humanidad y el mundo, puedan ser
transfigurados por la misión de Cristo y de su Iglesia, para la gloria de Dios
Padre»
Vida contemplativa. Corazón
orante
La vida contemplativa es la voz orante de la Iglesia.
La oración que se eleva desde los monasterios es la voz de la Iglesia y de
tantos hombres y mujeres que no saben, no quieren o no pueden rezar.
La vida contemplativa es también testimonio y profecía.
Nos enseña a perseverar en la búsqueda del rostro divino; nos recuerda que el
Señor debe llegar a ser nuestro tesoro, nuestro principal bien, lo único que
basta.
Vida contemplativa. Corazón
misionero.
Así escribe el papa Francisco en la Vultum Dei quaerere,
n. 6
«La Iglesia aprecia mucho vuestra vida de entrega total. La
Iglesia cuenta con vuestra oración y con vuestra ofrenda para llevar la buena
noticia del Evangelio a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo. La
Iglesia os necesita».
Las personas consagradas a la contemplación son como los
faros en el mar. No son ellos el puerto, pero indican la ruta para llegar a él.
Cuando uno se ha perdido a causa del oleaje y del viento de la vida, el
testimonio de los monjes y monjas ilumina, como buen faro, cuál es la meta a la
que estamos llamados.
La vida contemplativa ilumina como luz de antorchas. Los
contemplativos con sus vidas de claustro y monasterio hacen de centinelas. Su
constante oración vigilante nos protege, tantas veces y de modo imperceptible,
de riesgos y tentaciones.
Su testimonio de vida nos asegura, en medio de nuestro agobio
de cada jornada, que en cualquier momento podemos dirigir nuestra mirada a
Aquel que siempre ilumina nuestra oscuridad interior.
Sobre todo, los monjes y monjas nos gritan con su vida:
«Hemos encontrado al Señor» (Jn 1, 40), «He visto al Señor» (Jn 20, 18).
Celebremos
con sincera gratitud este domingo de la Santa Trinidad bendiciendo al Señor por
la vocación consagrada contemplativa, y pidiendo por tantos hermanos y hermanas que viven, oran
y misionan en tantos monasterios esparcidos por la geografía española.
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