domingo, 4 de junio de 2017

PENTECOSTÉS 2017

Hoy conmemoramos el inicio de la Iglesia el día de Pentecostés, cuando los apóstoles reunidos en el cenáculo, con la Virgen María, permanecían en oración a la espera del Don que Jesús les había prometido antes de subir al cielo.

La manaña de Pentecostés, a la hora de Tercia, el Espíritu Santo se manifestó como “un viento recio”. Entonces aparecieron visiblemente unas lenguas de fuego que se repartieron sobre cada uno de ellos, quedando llenos del Espíritu Santo. Desde entonces comenzaron a dar testimonio de Jesús, sin temer tormentos ni amenazas.

Ese mismo Espíritu Santo recibimos en el día de nuestro bautismo y confirmación, pero cada año, renovamos ese deseo de que tome posesión de nuestros corazones y nos inunde con sus siete dones para que demos los frutos dignos de su presencia viva en nosotros.
Esta comunidad de hermanas clarisas se preparó para recibir el Espíritu Santo con una preciosa Vigilia de 10 a 12 de la noche. Implorando el don del Espíritu no solo para cada una de las 8 hermanas allí presentes ante el Santísimo Sacramento expuesto, sino para toda la Iglesia. Nos sentíamos en comunión con nuestros hermanos del mundo entero, que esa noche pedían al Padre la Promesa de Jesús.
A cada hermana nos tocó en suerte un don y dos frutos del Espíritu para este año. Leímos en qué consistían cada uno de los dones: Temor de Dios, Consejo, Piedad, Fortaleza, Ciencia, Inteligencia y Sabiduría.

 Los frutos son 12: Caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad. 
Hubo tiempo para cantar, hacer silencio meditativo y leer las seis lecturas de la Vigilia, con sus moniciones:
Génesis 11, 9-11
Éxodo 19, 3-8; 16-20
Ezequiel 37, 1-4
Joel 3, 1-5
Salmo 103, 1-2; 24-30
Romanos 8, 22-27
Juan 7, 37-39

Dos horas que pasaron volando y dejaron una profunda paz en el alma.
Agradezcamos de corazón a la Santísima Trinidad la obra de la Creación y Redención del hombre. Gracias a la Pasión, muerte y Resurreción de Cristo, hoy podemos disfrutar de la presencia viva del Espíritu el “Dulce Huésped” de nuestras almas. Aquél que como dice la Secuencia de Pentecostés:
“Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro,
Mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento”.

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