sábado, 11 de agosto de 2018

CELEBRANDO A SANTA CLARA DE ASÍS

    El Rey de la gloria, su santísima Madre y un cortejo de vírgenes, vinieron a recoger el alma de santa Clara. Sucedió el día de san Lorenzo del año 1253. 

Una hermana fue testigo de todo lo que estaba sucediendo alrededor del lecho donde Clara expiraba con los ojos de la carne. 
La misma santa Clara vio a Jesucristo antes de morir.


Así lo describe Tomás de Celano en la primera biografía de la santa  escrita un año después de su muerte:

“Se la ve, finalmente, debatirse en la agonía durante muchos días, en los que va en aumento la fe de las gentes y la devoción de los pueblos.
Vuélvese finalmente a las hijas que lloran para recomendarles la pobreza del Señor y les recuerda con ponderación los beneficios divinos. Bendice a sus devotos y devotas e implora la gracia de una larga bendición sobre todas las damas pobres de sus monasterios, tanto presentes como futuros.

Entretanto, la virgen santísima, vuelta hacia sí misma, habla quedamente a su alma: «Ve segura -le dice-, porque llevas buena escolta para el viaje. Ve -añade-, porque aquel que te creó te santificó; y, guardándote siempre, como la madre al hijo, te ha amado con amor tierno. Tú, Señor -prosigue-, seas bendito porque me creaste».

Preguntándole una de las hermanas que a quién hablaba, ella le respondió: «Hablo a mi alma bendita». No estaba ya lejano su glorioso tránsito, pues, dirigiéndose luego a una de sus hijas, le dice: «¿Ves tú, ¡oh hija!, al Rey de la gloria a quien estoy viendo?»


Reliquia de santa Clara, venerada en nuestra iglesia el día de hoy

La mano del Señor se posó también sobre otra de las hermanas, quien con sus ojos corporales, entre lágrimas, contempló esta feliz visión:

Estando en verdad traspasada por el dardo del más hondo dolor, dirige su mirada hacia la puerta de la habitación, y he aquí que ve entrar una procesión de vírgenes vestidas de blanco, llevando todas en sus cabezas coronas de oro. Marcha entre ellas una que deslumbra más que las otras, de cuya corona, que en su remate presenta una especie de incensario con orificios, irradia tanto esplendor que convierte la noche en día luminoso dentro de la casa. Se adelanta hasta el lecho donde yace la esposa de su Hijo e, inclinándose amorosísimamente sobre ella, le da un dulcísimo abrazo. Las vírgenes llevan un palio de maravillosa belleza y, extendiéndolo entre todas a porfía, dejan el cuerpo de Clara cubierto y el tálamo adornado.

A la mañana siguiente, pues, del día del bienaventurado Lorenzo, sale aquella alma santísima para ser laureada con el premio eterno; y, disuelto el templo de su carne, el espíritu emigra felizmente a los cielos. Bendito este éxodo del valle de miseria que para ella fue la entrada en la vida bienaventurada. Ahora, a cambio de sus austerísimos ayunos, se alegra en la mesa de los ciudadanos del cielo; y desde ahora, a cambio de la vileza de las cenizas, es bienaventurada en el reino celeste, condecorada con la estola de la eterna gloria.

Al día siguiente se pone en movimiento toda la Curia: el Vicario de Cristo, con los cardenales, llega al lugar, y toda la población se encamina hacia San Damián. Era justo el momento en que iban a comenzar los oficios divinos y los frailes iniciaban el de difuntos; cuando, de pronto, el señor papa dice que debe rezarse el oficio de las vírgenes, y no el de difuntos, como si quisiera canonizarla antes aún de que su cuerpo fuera entregado a la sepultura. Observándole el eminentísimo obispo Ostiense que en esta materia se ha de proceder con prudente demora, se celebra por fin la misa de difuntos.



A continuación, los cardenales y presbíteros, con devota deferencia, rodean el santo cadáver y, en torno al cuerpo de la virgen, terminan los oficios de ritual. Al final, considerando que ni es seguro ni conveniente que tan inestimable tesoro quede a trasmano de los ciudadanos, en medio de himnos y cánticos, entre sones de trompeta y júbilo extraordinario, la levantan y la conducen con todo honor a San Jorge.

Este es el mismo lugar donde el cuerpo del santo padre Francisco había sido enterrado primeramente, como si quien le había trazado mientras vivía el camino de la vida, le hubiese preparado como por presagio el lugar de descanso para cuando muriera.



jueves, 2 de agosto de 2018

SANTA MARÍA DE LOS ÁNGELES Y SANTA CLARA


El 2 de agosto la familia franciscana celebra el día de la Porciúncula, una pequeña iglesia de Asís dedicada a Santa María de los Ángeles. 

En este  lugar nació la Orden de Frailes Menores y san Francisco entregó su alma a Dios el 3 de octubre de 1226. 


Allí santa Clara fue consagrada a Dios por san Francisco el 18 de marzo de 1212.


El día de hoy se celebra el perdón de Asís. Todo el que visite no solo la actual basílica de Nuestra Señora de los Ángeles de Asís, sino cualquier iglesia franciscana o parroquia, con las debidas disposiciones, alcanza una indulgencia plenaria aplicable a sí mismo a algún difunto.
El día de hoy comienza la novena a santa Clara de Asís.

ORACIÓN
Oh amable Santa Clara, tú que siguiendo las huellas de la virgen María, fuiste madre del cuerpo místico de Cristo; danos tu amor por la Iglesia y por todos los hermanos. Tú, que con tus últimas palabras has bendecido al Señor por haberte creado; haz que comprendamos el gran don que es la vida. Intercede para que en nuestras familias haya concordia, serenidad en el trabajo, alegría en el estar juntos; haz que un día podamos reunirnos para alabar y cantar eternamente contigo la misericordia del Señor. Amén.