JORNADA PRO ORANTIBUS 2021 dedicada a la Vida Contemplativa en la Iglesia.
Gloria a ti, Trinidad igual, Divinidad única, antes de todos
los siglos, ahora y siempre.
En este día la Iglesia agradece el don de la vida
contemplativa y ora por esta vocación específica.
¿Qué hacemos las personas consagradas
enteramente a Dios en medio de un mundo herido por tanto dolor?
¿Qué respuesta damos a tantos
interrogantes que surgen ante la situación actual que ha generado la pandemia?
Un clamor recorre nuestra sociedad y atraviesa también los muros de monasterios y conventos donde hombres y mujeres hemos entregado nuestra vidas al Señor para rezar por las necesidades espirituales y materiales de la humanidad.
La fuerza luminosa de la intercesión alcanza misteriosamente todos los rincones de la tierra.
No recorremos las calles, pero presentamos esas luchas y esos
afanes al único que puede poner paz en tanta guerra, llevando la luz de la
Resurrección allí donde estamos más amenazados de muerte y de tristeza.
Los contemplativos sufrimos cuando el mundo sufre porque nos apartamos del mundo para estar más cerca de Dios y de los hombres.
Solo el amor de Dios manifestado en
Cristo Crucificado da respuesta al clamor doloroso de cada hombre y mujer.
Todo el dolor humano imaginable ya lo ha sufrido Dios en su propia carne, por lo que puede compadecerse de la humanidad sufriente.
“Sus heridas nos han curado”
(1 Pe 2, 24)
El lema de este año:
«La vida contemplativa, cerca de Dios
y del dolor del mundo»
Los contemplativos queremos estar cerca de Dios y cerca de
todos, junto al dolor de cada ser humano.
“La vida consagrada es una historia de amor apasionado por el Señor y por la humanidad: en la vida contemplativa esta historia se despliega, día tras día, a través de la apasionada búsqueda del rostro de Dios, en la relación íntima con él.
A Cristo Señor, que «nos amó primero» (1 Jn 4,19) y «se entregó por nosotros» (Ef 5,2).En esta dinámica de contemplación vosotras sois la voz de la
Iglesia que incansablemente alaba, agradece y suplica por toda la humanidad, y
con vuestra plegaria sois colaboradoras del mismo Dios y apoyo de los miembros
vacilantes de su cuerpo inefable”.
(Estas últimas son palabras de nuestra Madre Santa Clara)
¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
la Iglesia nos sumerge en tu misterio;
te confesamos y te bendecimos,
Señor, Dios nuestro.
Como un río en el mar de tu grandeza,
el tiempo desemboca en hoy eterno,
lo pequeño se anega en lo infinito,
Señor, Dios nuestro.
Oh Palabra del Padre, te escuchamos:
Oh Padre, mira el rostro de tu Verbo;
Oh Espíritu de Amor, ven a nosotros;
Señor Dios nuestro.
¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!
Haced de nuestras almas vuestro cielo,
llevadnos al hogar donde tú habitas,
Señor, Dios nuestro.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu:
fuente de gozo pleno y verdadero,
al Creador del cielo y de la tierra,
Señor, Dios nuestro. Amén.
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