miércoles, 18 de marzo de 2015

- ¡¡¿YO?!!... ¡MONJA NI HABLAR!

Al subir la última entrada, se borró por accidente la experiencia vocacional de Madre María Luisa publicada el día dos de febrero, Jornada Mundial de la Vida Consagrada. La volvemos a publicar.

MADRE Mª LUISA NOS CUENTA SU VOCACIÓN

Con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, en este año 2015, que el Papa ha dedicado a la Vida Consagrada, sor María Luisa de la Cruz (Araceli Rodríguez), nos cuenta su vocación.
·        Madre, María Luisa háblanos un poco de ti.
Soy natural de Puertollano (C. Real), hija de Jacinto y Mª del Prado. Junto con mis hermanas, Marisa y Mari Carmen, formábamos una familia feliz y unida. Desde niña recibí una educación religiosa, no solo en el seno de mi familia, sino en el colegio de María Inmaculada, que llevaban las Hijas de la Caridad. Ahí me eduqué desde los cuatro años.
Como mi padre era el jefe de telégrafos lo trasladaban de un lugar a otro. Cuando tenía trece años nos fuimos a Hellín, poco después a Villarrobledo.
·        ¿Cómo se te ocurrió ser monja, y nada menos que de clausura?
A mí no se me ocurrió,  se trataba de algo que estaba dentro, llamémosle vocación, y un día salió a la luz. Dios nos da a cada uno misión en la vida, es una llamada que debemos descubrir si queremos ser felices, porque se trata de nuestro verdadero ser.
·        ¿Te costó mucho descubrirlo?
Cuando yo tenía trece años nos trasladamos a Hellín a vivir, yo asistía a la misa en el convento de los franciscanos. Allí residían todos los frailes jóvenes que estaban estudiando.  Era emocionante ver cuando se acercaban a comulgar: una larga procesión de frailes jóvenes con sus hábitos y sandalias (aun en pleno invierno iban con los pies descalzos). Yo por dentro decía: Si fuera chico, sería fralie. Un día le comenté al Padre Isidro, un franciscano con el que me confesaba:
-         Padre, me encanta la vida de los frailes.
-         Pero Dios te ha hecho mujer, y si quieres consagrarte a Dios debes ser monja.
-         ¡¡¿Yo?!!... ¡Monja ni hablar!
-         Pues pide al Señor que te dé vocación de monja y visita algún día a las clarisas.
Así lo hice. Visité a las clarisas de Hellín y me impresionó verlas detrás de unas rejas. Me dije: Yo ahí no me meto. Comencé a pedirle al Señor todos los días: Tengo que ser monja y no me gusta, por favor, dame vocación. ¡Y vaya que si me la dio!
·        Si no querías ser monja, ¿cómo terminaste en un convento?
Las cosas de Dios…
Cuando trasladaron a mi padre a Villarrobledo, yo tenía diecisiete años. Recuerdo que viniendo de la estación me topé con un convento y una iglesia, pues nuestro convento está justo en la calle que va a la estación. Desde el momento en que lo vi, el corazón me dio un vuelco y una voz interior me hacía saber que ese era el lugar donde Dios me quería. Luego pregunté y me dijeron que era el convento de las claras. Dios me llamaba a ser clarisa franciscana.
Pronto comencé el trato con las clarisas, pues me apunté al taller de bordados que tenían las monjas en el colegio del convento. También trabajaba en la oficina de telégrafos con mi padre. Cierto día destinaron a esa oficina a un joven que se fijó en mí. Íbamos por Acción Católica, salíamos, nos hicimos amigos, pero la idea de ser monja no se quitaba de mi cabeza. Estuve dos años madurando mi decisión en silencio sin decir nada a nadie, hasta que se lo comuniqué a mis padres, los cuales me apoyaron, pero me dijeron que me esperara a la mayoría de edad, que por entonces era a los veintiuno. Luego lo comuniqué a la Madre Caridad y en cuanto cumplí  la edad, ingresé en el convento.
·        ¿Cómo han transcurrido estos 59 años?
Se han pasado volando. La vida en el monasterio es muy hermosa. Dios es el centro y motor de nuestra existencia cotidiana. Estar con Jesús, vivir bajo su mismo techo y tratarle en el silencio de la oración; amarle y servirle en las hermanas; entregar cada día la vida por la Iglesia y la humanidad, llena el alma de gozo.
Además el Señor me sorprendió con muchas salidas. Yo que ingresé en clausura, pensaba que ya no saldría del convento, pero no ha sido así. En la Asamblea electiva de la Federación de Cartagena-Murcia, a la que pertenece nuestro monasterio, salí elegida Presidenta de la misma en 1988, cargo que desempeñé durante doce años. Tuve que viajar por motivos del cargo a Guatemala, a Portugal, a Asís y muchas veces a Madrid, además de visitar los diferentes conventos que la federación tiene por distintas provincias: Alicante, Murcia, Almería, Cuenca y Guadix. Todo ha sido un regalo de Dios. Solo tengo motivos para darle gracias.
Pues gracias a ti, Madre María Luisa, por tu testimonio y tu entrega silenciosa al servicio de la Iglesia y de este Monasterio del que has sido abadesa durante veinticuatro años.

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