El hermano universal, cuyo saludo
era PAZ Y BIEN, lema de las tres órdenes
franciscanas. Un letrado dijo de él:
“El mundo se salvará no por las armas ni la violencia, sino por un puñado
de hombres que tengan el coraje, al igual que san Francisco de Asís, de hacerse puros y buenos, transmitiendo
hacia afuera el cielo de las propias almas. Para que el mundo sea hermoso, la
vida justa y cada persona pueda vivir en paz en un planeta sin tiranos”
(Ernesto Pinto)
NOVENA A SAN FRANCISCO DE ASÍS
EN EL NOMBRE DEL PADRE DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO. AMÉN
DÍA 1º
-Tú conoces mi corazón, Señor ten piedad.
- Tú sabes cómo es el fondo de mi alma, Cristo ten piedad.
- Tú eres mi camino y mi descanso, Señor ten piedad.
OREMOS A DIOS CON SAN FRANCISCO
Oh alto y glorioso Dios, ilumina las tinieblas de
mi corazón. Dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y
conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento.
REFLEXIÓN
Francisco de Asís nació en 1181 o 1182. Le
bautizaron con el nombre de Juan. Sus padres fueron Pedro Bernardone y madonna
Pica. Tuvo al menos un hermano más, de nombre Angelo.
Su padre era un próspero comerciante de telas que
formaba parte de la burguesía de Asís y que viajaba constantemente a Francia a
las ferias locales. Fue la afición a esta tierra por lo que su padre lo apodó
después como Francesco o el francesito.
Francisco recibió la educación regular de la época,
en la que aprendió latín. De joven se caracterizó por su vida despreocupada. No
tenía reparos en hacer gastos cuando andaba en compañía de sus amigos, en sus
correrías periódicas, ni en dar pródigas limosnas; su mayor deseo era ser
armado caballero.
En sus años juveniles la ciudad ya estaba envuelta
en conflictos para reclamar su autonomía del Sacro Imperio. En la batalla de
Ponte San Giovanni, en noviembre de 1202, Francisco fue hecho prisionero y
estuvo cautivo por lo menos un año.
Fue en un viaje a La Pulla (1205) mientras
marchaba a pelear, cuando durante la noche escuchó una voz que le decía: “Francisco, a quién
quieres servir al siervo o al Señor”. Su respuesta fue:
AL SEÑOR. Y se regresó a Asís. Volvió ante la sorpresa de quienes lo vieron,
siempre jovial pero envuelto ahora en meditaciones solitarias.
Empezó a mostrar una conducta de desapego a lo
terrenal. Un día en que se mostró en un estado de quietud y paz sus amigos le
preguntaron si estaba pensando en casarse, a lo que él respondió: Estáis en lo
correcto, pienso casarme, y la mujer con la que pienso comprometerme es tan
noble, tan rica, tan buena, que ninguno de vosotros visteis otra igual. Se
refería a LA DAMA POBREZA.
El punto culminante de su transformación se dio en
el encuentro con el leproso, a quien besó y abrazó sin repugnancia, sino con
inmenso amor.
Se dedicó después a la reconstrucción de la capilla
de San Damián, donde vivió más tarde santa Clara y sus hermanas. Lo hizo
después de haber visto al crucifijo de esta iglesia decirle: FRANCISCO, VETE Y
REPARA MI IGLESIA, QUE SE ESTÁ CAYENDO EN RUINAS. Entonces decidió
vender el caballo y las mercancías de su padre en Foligno, regresó a San Damián
con lo ganado y se lo ofreció al sacerdote, pero este lo rechazó.
Pídase la gracia que deseemos
alcanzar en esta novena
ACLAMACIONES
-Demos gracias a
Dios, nuestro Padre, porque por medio de san Francisco de Asís nos ha llamado a
vivir su verdad y su amor. (Padrenuestro…)
-Demos gracias a Dios, nuestro Padre, porque ha
querido que su mensaje salvador sea llevado a toda la tierra por medio de los
franciscanos. (Padrenuestro…)
-Demos gracias a Dios, nuestro Padre, porque quiere
que Francisco de Asís tenga cada día nuevos seguidores e imitadores. (Padrenuestro…)
ORACIÓN FINAL PARA
TODOS LOS DÍAS
Señor Jesús, nuestros deseos más íntimos te buscan
y te invocan. Nuestros anhelos más profundos te reclaman. Todos necesitamos de
ti: el enfermo, el sediento, el que busca la belleza, el que ansía la verdad,
el que se esfuerza por conseguir la paz… te está buscando a ti que eres la
saciedad y la belleza plena, la única paz donde pueden descansar nuestros
corazones.
Muéstranos tu rostro, Señor. Queremos hacer un
mundo mejor. Danos un corazón humilde como el de san Francisco para que
sembremos a nuestro alrededor la paz y el bien. Amén.
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