JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA
El día dos de febrero se celebra la fiesta de la Presentación del Niño Jesús en Templo de Jerusalén, a los cuarenta días de su nacimiento.
Según
la ley de Moisés, todo primogénito varón debía ser ofrecido a Dios y rescatado
por un novillo o un par de tórtolas, si la familia era pobre, como era el caso
de José y María.
Cuando la Sagrada Familia entró en el templo un anciano,
llamado Simeón, se acercó a ellos, tomo al Niño Jesús en brazos y rezó a si a
Dios Padre:
“Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz
porque MIS OJOS HAN VISTO A TU SALVADOR,
a quien has presentado ante todos los pueblos,
LUZ PARA ALUMBRAR A LAS NACIONES
Y gloria de tu pueblo Israel”.
Como una muestra de fe en CRISTO, que ES LA LUZ DEL MUNDO, el día de hoy empezamos la misa procesionando hacia el altar con un cirio en nuestras manos.
Por eso se conoce el día
de hoy como la fiesta de las candelas o de la Candelaria.
La carta a los Hebreos recoge las palabras del salmo 39,
refiriéndose a Jesús:
“Cuando Cristo entró en el mundo dijo lo que está escrito en
libro: Aquí estoy yo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. (Hb 10, 7)
Los consagrados, por medio de los votos de pobreza, castidad y obediencia, hacemos nuestras las palabras de Jesús:
“Aquí estoy, oh Dios para hacer tu voluntad, pues llevo tu Ley en las entrañas”.
Este ha sido el lema escogido para la Jornada Mundial de la Vida
Consagrada de este año.
Como Consagradas, estamos FELICES DE VIVIR PARA DIOS; de no
tener voluntad propia; pues hacemos nuestra la voluntad de Dios y esto nos hace
libres.
Los tres votos son una manera concreta de vivir nuestra
relación con el Señor.
Lo que Dios pide de mí, es aquello para lo que sido creada,
para lo que he venido al mundo.
EL VOTO DE POBREZA me libera del apego de las cosas de este
mundo.
POR EL VOTO DE CASTIDAD elijo amar a Dios sobre todas las
cosas, sin mediaciones. Se trata de un amor esponsal, que me hace amar a Dios
con mi cuerpo y con mi alma.
POR EL VOTO DE OBEDIENCIA elijo poner la voluntad de Dios por
delante de la mía.
Esto puede ser posible solo desde un gran amor a Dios, que te
lleva a la entrega total de ti mismo, sin reservas.
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