DÍA OCTAVO:
ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
CANTO: María
en su Asunción
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros
enemigos, líbranos, Señor, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amen.
ACTO DE CONTRICIÓN: Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre
verdadero…
ANTÍFONA: Elijo y consagro este templo para que esté en él mi
nombre eternamente. Mi corazón y mis ojos estarán siempre en él. (2º Crónicas
7, 16)
ORACION PARA TODOS LOS
DÍAS
Virgen Santísima del Remedio que en tu solicitud de Madre de
los hombres no te cansas de idear prodigios para remediar nuestras muchas
necesidades y que dejándote señalar en el humilde barro de una teja, recibes la
veneración de estos hijos que en Ti confían, a cambio de los innumerables
beneficios que les dispensas. Permite, Madre de bondad y ruega a tu Divino Hijo
que se graben cada vez más en nuestra alma sus saludables ejemplos para que
siguiendo las huellas de sus virtudes y estampándolas en el frágil barro de
nuestra humana condición, la transformen y eleven a las alturas de la gracia
para más tarde hacerla participar de los esplendores de la gloria. Amén.
MEDITACIÓN:
ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
PUNTO 1º Quieren algunos autores que María no muriera; porque, dicen, la muerte es consecuencia del pecado y en Ella no lo hubo jamás.
Pero sea porque Dios quiso hacer a la Madre semejante al Hijo; sea por dar a los hombres ejemplar perfecto de una santa muerte; la muerte se acercó al cuerpo de María. La muerte de María fue un tránsito glorioso de este valle de lágrimas a la verdadera patria que es el cielo, y allá fue acompañada de los ángeles que, llenos de admiración se preguntaban sin cesar:
«¿Quién es
ésta que sube del desierto de la vida, rica en virtudes y apoyada en el brazo
de su amado?»
(Breve silencio
meditativo)
PUNTO 2º Admiramos hoy el tránsito felicísimo de María y nuestro pensamiento se va tras ella a las alturas de la gloria. Si queremos acompañarla eternamente, ahora es tiempo de poner a prueba ese deseo.
Durante la vida podemos conquistar una santa muerte. Los devotos de María han
de tomarla por modelo y poner especial empeño en imitar sus virtudes. De este
modo es como podemos arrancar a la muerte los despojos que la hacen tan
terrible y convertirla en paso venturoso para la eterna vida.
(Breve silencio
meditativo)
ORACIÓN PROPIA DEL DÍA
OCTAVO
Virgen gloriosísima, que en premio de tus excelsas prerrogativas y elevadas virtudes mereciste que en cuerpo y alma fueses llevada a los cielos en manos de los ángeles que te acompañaban como a su Reina y su Señora.
Ruega a tu divino Hijo que nuestra alma no sufra la corrupción eterna sino que sea llevada a las delicias imperecederas de la gloria cuando termine el destierro de esta vida, para que luego en el día de la resurrección sea acompañada de nuestro cuerpo y juntos todos podamos cantar las divinas alabanzas en el cielo como ahora cantamos tus glorias en la tierra. Sea así, Virgen bendita del Remedio, y al presente consíguenos la gracia que os pedimos en esta santa novena si es para gloria de Dios, honor vuestro y provecho de nuestra alma. Amén.
PÍDASE LA GRACIA
QUE
DESEEMOS ALCANZAR
(Tres Avemarías)
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Virgen Santísima del Remedio, salud de los enfermos, consuelo de los afligidos y amparo de los que te invocan, no podemos alejarnos de tu presencia sin que antes recordemos con gratitud los beneficios recibidos de tus manos. Tú vienes a nuestras casas cuando la enfermedad hace presa en alguno de nuestros miembros y al momento renace la tranquilidad y se despeja el horizonte de nuestras esperanzas. A Ti acudimos cuando la barquilla de nuestra fe amenaza naufragar en los escollos del mar proceloso de las pasiones, y eres faro esplendente que le señala el norte de la virtud y brisa suave que le alienta para arribar al puerto de la gloria. Tú eres la compañera inseparable de esta Comunidad que te guarda y venera como su tesoro. Tú eres el paño de lágrimas que enjuga las de todos los hijos de este pueblo que en Ti ponen su confianza; Tú resuelves nuestras dudas; Tú alivias nuestras penas; y con el mismo afán con que fijamos nuestros ojos en el barro de esa teja que has elegido como trono de tus bondades para venerar impresa tu sagrada imagen, recorremos uno por uno tus inmensos beneficios y los fijamos en las fibras de nuestro corazón para agradecerlos dignamente y, por tu mediación, reconocer al Dador de todo bien, Cristo Jesús, a quien sea dado todo honor y toda gloria en los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO A LA VIRGEN DE LA
TEJA
Letra y música: Ángel
de Toro, Pbro.
(Se puede escuchar en
YouTube)
Desde la tierra que nos engendra,
junto a la vida que Dios me dio,
he recibido por Madre tierna
la misma Madre del Redentor.
Busca el amparo bajo la Teja,
que nos protege como al Señor.
¡Qué bien me acuna!, ¡qué bien me
mece!
la misma Madre que al Salvador.
Ella me guarda bajo su manto,
y me conserva en el corazón.
Ella me cubre cual dulce Teja
de frío y lluvia de mal y sol.
En un convento de pobres Claras,
quiso María grabar un don,
sin moldearlo en barro cocido
para que crezca como el amor.
Sienta la Tierra dócil y limpia,
los mismos dedos del Creador.
Sienta mi alma la dulce dicha
de Nazaret en la Anunciación.
Ella me guarda bajo su manto,
y me conserva en el corazón.
Ella me cubre cual dulce Teja
de frío y lluvia de mal y sol.
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