Hoy comienza la novena en honor del
glorioso arcángel san Miguel.
San Francisco era muy devoto del Príncipe de la
milicia celestial. Fue precisamente dos años antes de su muerte, cuando
dedicaba una cuaresma de ayuno en honor a san Miguel, cuando tuvo lugar la
impresión de las llagas en el monte Alvernia el día 17 de septiembre.
DÍA 1º
ORACIÓN PARA TODOS LOS
DÍAS:
Glorioso san Miguel, caudillo y príncipe
de los ejércitos celestiales, fiel custodio de las almas, vencedor de los
espíritus rebeldes, familiar de la casa de Dios, admirable guía después de
Jesucristo, de sobrehumana excelencia y virtud, dígnate librar de todo mal a
cuantos confiadamente recurrimos a ti y haz que mediante tu protección
adelantemos todos los días en el santo servicio de Dios.
1ª SALUTACIÓN.
Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de san
Miguel Arcángel y del coro celestial de los SERAFINES, enciende en nuestros
corazones la llama de la perfecta caridad.
Un Padre Nuestro y tres
Avemarías.
V / Ruega por nosotros, glorioso san Miguel,
Príncipe de la Iglesia de Jesucristo.
R / Para que seamos dignos de alcanzar sus
promesas.
Arcángel
san Miguel,
defiéndenos en la lucha, sé nuestro amparo contra la malignidad y las insidias
del demonio. “Reprímale Dios”, te pedimos suplicantes; y tú, Príncipe de la
milicia celestial, lanza al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos
que vagan por el mundo para perder las almas. Glorioso Arcángel, defiende nuestra
nación y su Iglesia, protege al Papa, para que podamos ver pronto el glorioso
triunfo del Inmaculado Corazón de María. Amén.
OREMOS
Dios
Todopoderoso y eterno, que por un prodigio de tu bondad y misericordia a
favor de la común salvación de los hombres, escogiste por príncipe de tu
Iglesia al gloriosísimo Arcángel san Miguel, te suplicamos nos hagas dignos de
ser librados por su poderosa protección de todos nuestros enemigos de modo que
en la hora de la muerte ninguno de ellos logre perturbarnos, y podamos ser por
él mismo introducidos en la mansión celestial para contemplar eternamente tu
augusta y divina Majestad. Por los méritos de Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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