“CONVERTÍOS Y CREED EN EL
EVANGELIO”
Nos dice el sacerdote cuando nos
impone la ceniza, como señal de penitencia.
Con estas misma palabras inició el
papa Pablo VI
La Constitución Apostólica “Penitemini”
por la que se reformaba la
disciplina eclesiástica de la penitencia después del Concilio Vaticano II.
Con el miércoles de ceniza toda la
Iglesia inicia un camino penitencial de preparación para celebrar el Misterio
Pascual de Cristo, centro de la vida cristiana.
Fue por el Misterio Pascual de Cristo
que se consumó la salvación de la humanidad y se inauguró el tiempo nuevo de la
Redención. Los hombres participamos de la vida divina gracias al supremo
sacrificio, de valor infinito, que Jesús ofreció a Dios derramando su sangre en
la cruz.
La Cuaresma es un tiempo de
preparación para dar muerte en nosotros al “hombre viejo” con sus pasiones y
concupiscencias y llegar a la Vigilia Pascual con ánimo decidido de renovar
nuestras promesas bautismales.
La penitencia es un medio para
lograrlo. La Iglesia nos propone:
Oración, limosna y ayuno.
Viene muy bien recordar y meditar
algunas ideas de la Constitución Apostólica Penitemini que nos
explica el significado y la importancia de la penitencia en la vida cristiana.
“Durante el Concilio, la Iglesia,
meditando con más profundidad en su misterio ha tomado conciencia de que aunque
es santa, en sus miembros es defectible y está constantemente necesitada de
conversión y renovación.
En todos los pueblos y culturas la
penitencia está íntimamente unida al sentido religioso de las grandes
religiones.
Antes de Cristo la penitencia se
presenta como un medio de perfección y santidad como la profetisa Ana que
servía a Dios noche y día con ayuno y
oración.
Moisés se ofreció a satisfacer con
su penitencia personal por los pecados de la comunidad, ayunó para aplacar al
Señor por las culpas del pueblo infiel.
Cristo es el modelo supremo de
penitentes, se retiró 40 días al desierto para hacer oración y ayuno.
Además quiso
padecer la pena por pecados que no eran suyos, sino de los demás.
Por ello, siguiendo al Maestro,
cada cristiano debe renunciar a sí mismo, tomar su cruz y participar en los
padecimientos de Cristo
“completando en su carne los dolores de Cristo y sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia”.
“completando en su carne los dolores de Cristo y sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia”.
Los miembros de la Iglesia
afligidos por la debilidad, las enfermedades, la pobreza, la desgracia o los
perseguidos por causa de la justicia, son invitados a unir sus dolores a los
sufrimientos de Cristo para que puedan satisfacer el precepto de la penitencia
y obtener para los hermanos la vida de la gracia.
Se ejercita la penitencia con la
fidelidad perseverante a los deberes del propio estado; con la aceptación de
las dificultades procedentes del trabajo y de la convivencia humana; con el
paciente sufrimiento de las pruebas de la vida terrena y de la inseguridad que
la invade que es causa de ansiedad.
La Iglesia, que ha tutelado la
abstinencia de carne y el ayuno, quiere indicar en la tríada tradicional (oración,
ayuno, caridad) las formas fundamentales para cumplir con el precepto divino de
la penitencia”.
Con respecto a la ascesis y a la
mortificación del cuerpo dice el papa:
“La necesidad de la mortificación
del cuerpo se manifiesta si se considera la fragilidad de nuestra naturaleza en
la cual la carne y el espíritu tienen deseos contrarios.
Ejercitarse en mortificar el cuerpo no implica una condena de la carne, sino una liberación del hombre, sometido y encadenado por causa de la concupiscencia a la parte sensitiva de su ser”.
La Cuaresma es el sagrado periodo
de cuarenta días de sacrificio que precede a la muerte y resurrección de
Jesucristo.
Aprovechemos este tiempo de gracia
para hacer una buena confesión de nuestros pecados, acercándonos al sacramento
de la reconciliación. Ofrecemos un enlace para prepararse a confesar.
Cómo hacer una buena confesión.
Esta muy interesante que el Señor nos ayude para prepararnos bién para esta cuaresma.
ResponderEliminarMuchas gracias hermanas que el Señor las bendiga.