jueves, 2 de agosto de 2012

Hasta la vista Padre Novo...

Entre los primeros religiosos que conocieron el carisma de la unidad, Padre Andrea Balbo (padre Novo) franciscano de la Orden de los Hermanos Menores, volvió al seno del Padre en la noche del 28 de julio después de una larga enfermedad.

Padre Novo fue definido como un ‘gigante’. Hay muchos motivos para recordarlo: el haber colaborado en el nacimiento de la rama de los religiosos dentro de la familia de los Focolares, el haber sido para ellos una guía segura y, una función muy especial, el haber acompañado a Chiara Lubich como su confesor hasta los últimos momentos. “Rezamos por él con la certeza que desde el Cielo está pendiente de todos nosotros en la tensión hacia la santidad”, escribe María Voce, presidenta de la Obra de María (Movimiento de los Focolares) en la carta en que comunica a todos los miembros la noticia de su muerte. He aquí algunos recuerdos:

Andrea Balbo, "Novo", fue uno de los primeros religiosos que conoció el carisma de la unidad y durante muchos años fue responsable de la rama y del movimiento de los religiosos de los Focolares.
Nació el 8 de febrero de 1923 en la provincia de Vicenza (Italia), era el segundo de cinco hermanos. A los trece años entró en el seminario de los Hermanos Menores. El estudio se convirtió en su ideal, como lo cuenta él mismo: “Estaba enamorado y tomado por los estudios: filosofía y ciencia, todas las nuevas tecnologías desarrolladas por la guerra me apasionaban mucho”. Después de haber estudiado Teología en Tierra Santa, estuvo dos años en el Instituto de Anatomía en Nápoles, para luego continuar otros cuatro años con química, física y astronomía en la Sorbona de París. Era el primer religioso, que, desde la Revolución francesa, ingresaba en esa universidad.


En el verano de 1953 fue invitado a asistir a un encuentro en las Dolomitas. Fue contento porque habría podido realizar búsquedas geológicas y partió llevándose todos los instrumentos científicos necesarios, pero no tuvo tiempo de dedicarse al estudio: ese encuentro era una Mariápolis, el encuentro veraniego de los Focolares. Contaba: “Comenzó dentro de mí la demolición de todo ese mundo que me había construido, para dejar lugar, gradualmente, a una nueva visión de las cosas. Allí entró en mí un nuevo elemento catalizador: Dios, Jesús en medio de nosotros. Comenzó a crearse dentro de mí un nuevo orden interior, también en la mente”.
Fue determinante su encuentro personal con Chiara Lubich que, al final de esa Mariápolis, en el viaje de vuelta a Roma, en tren, le sugirió un nombre nuevo: “Padre Novo”, junto con la frase del Evangelio: “Si no nacéis de nuevo, no podéis entrar en el Reino de los cielos (Jn 3,7)”. “Desde ese momento mi relación con Chiara fue ininterrumpida. Tuve la gracia de tenerla siempre cerca en mi vida y de estar siempre a su lado en las circunstancias más variadas, también en aquellas más dolorosas”.

En 1954 los superiores lo enviaron a Belén para enseñar ciencias en el liceo de Tierra Santa. Fue un periodo difícil, de oscuridad. Un día, mientras celebraba Misa en el Pesebre, como un  relámpago le vino esta frase: “Chiara me habló siempre de Jesús abandonado. Lo que estoy viviendo, ¿no será un aspecto de Jesús abandonado?”. Se lo escribió enseguida a ella que le respondió con una carta el 16 de octubre de 1954: “…es la primera vez que siento en otra alma un acento similar al mío. Verdaderamente –hoy estoy convencida- P. Novo es P. Novo: renovado por el trabajo en la cruz que para nosotros es Jesús Abandonado. Y me puse muy feliz, como puede imaginar. Ahora hay que serle fiel hasta la muerte… ¡Qué contenta estoy! Ahora, Padre, quién sabe cuántos frutos podrá Jesús dar a Su alma! Y Usted está más unido con todos nosotros, conmigo en particular…” El año siguiente Chiara fue a verlo a Tierra Santa. Poco después él fue llamado a Roma y comenzó su “aventura” cerca de ella. Recibió, por parte de sus superiores en 1980, la facultad de dedicarse a tiempo pleno al servicio del Movimiento de los Focolares; entonces dio vida a un centro estable para ellos, en las “escuelas de verano” para la formación de los religiosos: colaboró con Chiara en el nacimiento de los Gen-Re y en la creación de la “escuela de los religiosos” que tiene sede en Loppiano. Sobre todo fue guía segura para todos los religiosos de distintas congregaciones en el vivir su carisma a la luz de la unidad.

Pero la función más hermosa que P. Novo desarrolló fue la de permanecer constantemente al lado de Chiara como su confesor, desde su vuelta de Tierra Santa en 1955, hasta en los momentos más difíciles como los de su enfermedad y los de las noches del alma. Una presencia fiel y discreta, que supo realizar la consigna que Chiara le había confiado, de ser fiel a Jesús Abandonado hasta la muerte.

Después de la partida para el Cielo de Chiara, la salud del P. Novo fue cada vez más delicada, hasta tener que ser internado en una casa de salud de los Franciscanos cerca de Padua, donde fue cuidado y seguido con un amor muy especial por su comunidad, comenzando por su superior, el P. Camillo. Imposible decir brevemente algo sobre la larga vida del P. Novo, de su profunda unión con Dios y de todo lo que hizo por la Iglesia y por el Movimiento de los focolares. Tendremos seguramente forma de hablar más ampliamente más adelante.

El jueves 2 de agosto son sus funerales, que se celebrarán por la tarde en el Centro internacional de los Focolares en Rocca di Papa, para acompañarlo al cementerio de Rocca di Papa, donde descansará al lado de los primeros compañeros y primeras compañeras de Chiara Lubich.

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