martes, 25 de diciembre de 2018

EL NACIMIENTO DE NUESTRA IGLESIA

CONTEMPLAR PARA APRENDER Y COMPRENDER.
El Nacimiento que hemos adornado este año en nuestra iglesia nos transmite una enseñanza por medio de la simbología: 
Los colores, la luz, las figuras y las formas.


LOS COLORES.
El verde simboliza la esperanza. Dios ha cumplido sus promesas enviando al Mesías anunciado por los profetas a lo largo de muchos siglos y esperado por el pueblo de Israel. 

Los “rayos” verdes que salen de la estrella central y se abren hacia la tierra nos hablan del descenso de Dios a nuestro mundo, a la historia concreta y personal de cada hombre de todos los tiempos y lugares. Es el Dios que baja y se dona. Las bolas que adornan el árbol son todas verdes de diversas tonalidades.

El blanco simboliza la pureza virginal de María que es madre siendo virgen. Blanco es el suelo y las pascuas laterales que descansan sobre rojo.


El rojo es el color de la sangre que nos habla de la Encarnación del Verbo. El Dios invisible y eterno entra en la historia asumiendo nuestra carne y sangre. Está en las pascuas que adornan el nacimiento, en la vela que hay junto al Niño y en la tela frontal del suelo.


LA LUZ
Aparece en la estrella luminosa. Las estrellas están en el cielo, iluminan la oscuridad de la noche, tienen luz propia. Una estrella guió los Magos hacia el Niño, mostrándoles que era el Dios-Rey. Debemos mantener fija nuestra mirada en esta estrella que nos dice: “Aquí está Dios”.


Al pie del Niño una vela roja nos recuerda las palabras de Jesús: “Yo soy la luz del mundo”

El poquito fumillón verde y blanco, la cinta que rodea el árbol, las bolitas que lo adornan, despiden pequeños destellos luminosos.
LAS FIGURAS


A un lado del nacimiento, por detrás, hay 16 ramas de sauce de pascua. Nos hablan de una tierra seca que espera. El 4 es el número de la tierra, multiplicado por 4 son 16. Nuestra tierra, nuestro barro será vivificado gracias a este Niño.


A otro lado un frondoso abeto natural junto a la Virgen María nos recuerda el árbol de la vida que había en el paraíso antes del pecado de Adán. Simboliza también el árbol de la cruz del que ha brotado la vida para toda la humanidad. En él fue colgado el fruto bendito del vientre de María.


El Niño dirige su mirada a un pastor, parece que le habla y le dice:

“Yo soy el Buen Pastor, de la descendencia del rey David, que también fue pastor. Igual que tú sostienes una ovejuela entre tus brazos, así quiero coger yo a cada hombre, para que ninguno se pierda. Por eso me hago Niño, para que nadie me tenga miedo”.

La tela del fondo en forma de tienda de campaña nos recuerda el Evangelio de San Juan:
“La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”.

A todos los seguidores de este blog les deseamos:
Que el mensaje de la Navidad llegue a cada corazón y se abra al amor de Dios para que ninguno se pierda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario