domingo, 2 de febrero de 2020

DÍA DE LA CANDELARIA

Y JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA


A los 40 días del nacimiento de Jesús, celebramos hoy su presentación en el Templo. Jesús es llevado por sus padres, María y José, como hacían todas las familias judías con su primogénito. Lo ofrecieron a Dios y luego lo rescataron con un par de tórtolas.


Simeón y Ana fueron los únicos que reconocieron en Él al Mesías esperado, Luz de las naciones y gloria del pueblo de Israel. Por eso hoy en la misa llevamos todos candelas en las manos, simbolizando la Luz que es Cristo. De ahí el nombre de día de La Candelaria.
La fiesta de hoy sirve, en cierto modo, de clausura de la celebración de la Navidad.

La Iglesia celebra la Vida Consagrada el 2 de febrero

“La vida consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente”


Es el lema de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada que se celebra el 2 de febrero de 2020, fiesta de la Presentación del Señor en el templo.

El mensaje de los obispos de esta Comisión recuerdan el día de hoy que «también hoy nuestra Madre desde el Cielo continúa alentando nuestra esperanza; y los consagrados participan de esta misión de llevar esperanza a un mundo sufriente».


− María acudió rápidamente a ayudar a su anciana prima Isabel en los últimos meses de su embarazo. Con Ella, miles de personas consagradas en todo el mundo atienden a madres con dificultades, luchan por la vida del no nacido, cuidan a ancianos abandonados, a enfermos y a personas vulnerables.

− María cuidó y educó a Jesús. Con Ella, los consagrados se dedican con mucha frecuencia al servicio de la educación de niños y jóvenes.

− María estuvo al lado de su Hijo en su Pasión y muerte en la cruz. Con Ella, son muchos los consagrados que están cerca de los encarcelados, de los que sufren violencia, persecución o explotación.

− Tras la muerte de Jesús, María acompañó y consoló a los Apóstoles, alentando la esperanza en la Resurrección y en la venida del Espíritu Santo.
Con Ella, las personas consagradas llevan aliento y consuelo a quienes sufren tristeza, incomprensión, rechazo, angustias, desesperación.

− Pero, sobre todo, María, y con Ella las personas consagradas, son fuente de esperanza en todas esas situaciones porque entregan al mundo a Jesucristo, es decir, a Aquel que vino a dar sentido al sufrimiento y a la muerte, porque es Aquel que venció el pecado, origen de todos los males que sufre la humanidad.

María y las almas consagradas anuncian que el mal no tiene la última palabra, porque el Bien –Dios– es más fuerte; que en el reino de los Cielos «ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor» (Ap 21, 4), porque no habrá pecado; y que debemos anticipar ese Reino ya en este mundo, mediante nuestras obras buenas, y nuestra caridad, fe y esperanza. Solo así seremos para los demás «estrellas de esperanza», como nos enseñó Benedicto XVI.

Recemos hoy por todos los consagrados y por un aumento de vocaciones.




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