jueves, 1 de agosto de 2019

PRIMEROS VIERNES DE MES

2 de AGOSTO

REPARACIÓN AFECTIVA
(Meditación del padre Mendizábal, S. J)

Volviendo la mirada al Señor vemos que da un paso más “el celo de su casa le devora”, ese celo le lleva a un amor más intenso es una reacción que brota del mismo amor. Es una reparación afectiva que no puede identificarse con un consolar a Cristo, hay que verla como una exigencia del corazón que ama.




Todo corazón que ama, al ver a la persona amada ofendida, descuidada, abandonada, marginada siente un impulso nuevo de un mayor amor.

El amor que repara es el deseo de identificarse cada vez más con la persona amada no correspondida, eso es  lo que hace Cristo con el Padre, debe repercutir también en nosotros y  debe realizarse también en nosotros. 

Cuando vemos al Padre y Cristo ofendidos esto debe impulsarnos a amarlos más.


En adoración ante el Santísimo Sacramento en el oratorio del convento

La reparación tiene diferentes matices, según sea la acción del Espíritu Santo sobre nosotros. Iluminados por esta luz tenemos una penetración para captar ciertos matices del amor de Cristo, del amor del Padre. Tenemos una sensibilidad especial hacia unos aspectos que llevan a una reparación afectiva de ese matiz concreto que, con la luz y la gracia del Espíritu Santo, han llegado hasta el fondo de nuestro corazón.

Algunas personas tienen tal luz para penetrar en el Misterio Eucarístico  que son particularmente sensibles a las ofensas que se comenten contra la Eucaristía y sienten un impulso compensativo de amor que expresan en la adoración eucarística.


Sagrarios profanados

Mediante la adoración eucarística reparamos el descuido del Misterio Eucarístico en nuestra vida cristiana.

En el mundo de hoy llegamos a la aberración dolorosa de pensar que hay peligro de amar menos a los hombres si amamos más a Cristo Eucaristía.


Pensamos que nos desentendemos del mundo cuando adoramos el Misterio del Amor.

La Eucaristía es el  misterio del amor más grande, es la entrega sacrificial de Cristo al Padre por la salvación de los hombres. 


No podemos amar verdaderamente si no bebemos del misterio de este Amor. 


Debemos amar más a quien merece nuestro amor todo entero.

Compensación de la frialdad, del egoísmo, del interés egocéntrico en todas las cosas; la visión de un mundo materializado en medio del cual debemos vivir, sintiéndonos solidarios con el pecado de la humanidad.

CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS

que la Santísima Virgen dio en Akita:

Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús, verdaderamente presente en la santa Eucaristía, te consagro mi cuerpo y mi alma, para ser enteramente uno con tu Corazón, sacrificado cada instante en todos los altares del mundo, dando alabanza e implorando al Padre por la venida de su Reino. 

Ruego que recibas esta humilde ofrenda de mi ser.

Utilízame como quieras para la gloria del Padre y salvación de las almas.

Santísima Madre de Dios no permitas que jamás me separe de tu Divino Hijo, te ruego me defiendas y protejas como tu hijo especial. Amén.




ORACIÓN

OFRECIMIENTO DE LA DEVOCIÓN REPARADORA
Mi dulce Jesús, mi Amor Eucarístico, deseo pasar estos momentos de reparación contigo, para darte toda la adoración de mi corazón; para consolarte y para reparar por medio del amor de mi pobre corazón, en unión al Espíritu Santo y al Corazón Doloroso e Inmaculado de María, por la agonía que sufriste en Getsemaní.

En aquella hora solitaria fuiste abandonado y las criaturas que tú creaste para amarte, no te amaron. El peso de todos los pecados cayó sobre Ti y el de los míos también. 

Por el dolor que yo te causé entonces con mis pecados, quiero adorarte en el Santísimo Sacramento del Altar, como una pequeña muestra de mi amor, por medio de las manos de mi amada Madre María y unido a su Doloroso e Inmaculado Corazón, Amén.


¡Oh Santísimo Sacramento, Oh Sacramento Divino! Toda alabanza y acción de gracias te sean dadas, por medio del Corazón Doloroso e Inmaculado de María, en todo momento.


Viviendo en un mundo de visión y de sonido, de ver para creer, no debemos tornarnos en esclavos de esos estímulos, más bien debemos responder al llamado de amor de los Corazones Unidos.

La Adoración Eucarística constituye el acercamiento más intenso a la Presencia de Jesús Eucaristía.

En ese silencio sanador, nuestro amoroso Redentor nos pide desde Su Getsemaní, aún presente hoy, que velemos junto a Él: amando, reparando y acompañándolo en su dolor. Dolor invisible pero palpable para el corazón que, tocado por su llamado, sabe y conoce de su Presencia.

Almas, respondamos entregándonos a esta Hora Santa con premura, que nuestro Señor no tenga que retornar repetidamente a despertarnos y a repetirnos que lo acompañemos.

¡Vengan almas! prestas... juntos reparemos y amemos al AMOR.


ACTO DE AGRADECIMIENTO

Después de haberme postrado para adorarte en el Corazón Eucarístico de Jesús, quiero agradecerte.


Te agradezco, mi Dios, porque tú eres el Amor y te agradezco por los dones de tu amor. Y ya que los dones más preciados, los de la vida sobrenatural, nos los diste por Jesús, es también por Él, con Él y en Él que quiero elevar hasta ti el himno de reconocimiento. En unión con Jesús y en su Divino querer te agradezco, Dios Padre, por todas las gracias personales que me has concedido. 

Tú me diste la vida, sacándome de la nada y me la conservaste día a día hasta este momento. Pero tú me has dado otra vida más valiosa, la de la gracia, que me hace partícipe de tu misma Vida Divina y, después de la primera gracia con la que me santificaste en el día del Bautismo, ¡cuántas gracias me han sido concedidas! Pienso en los dones de tu Amor de los que tanto he gozado:



•En la Iglesia, que me has dado para que sea mi maestra y guía.

•En los sacerdotes, que me han otorgado los dones de tu amor.

•En la Eucaristía, que ha sido para mí, alimento, sostén.

•En la Virgen, que es mi buena Madre, mi consoladora, mi ayuda.

•En el Paraíso, que me has preparado y que con tu gracia espero alcanzar.

Contemplo mi vida sembrada de alegrías y dolores y comprendo que todo en ella ha sido amor. Todo ¡Oh mi Dios! porque de tu Corazón amante no puede salir nada que no sea gracia y amor.

Por todo esto, R/. Te doy gracias Dios mío

•Por las alegrías que me has permitido gozar. R/.

•Por las gracias conocidas y por las desconocidas, R/.

•Por los favores del pasado y los del futuro, R/.

•Por todo lo que has hecho en mí y por mí. R/.

•Sobre todo, por haberme llamado al conocimiento de tu Amor.

•Por la Luz y la Alegría Tuyas, que estoy tan lejos de merecer, R/.

•Por la posesión de tu amor que te hace mío y a mí me hace tuyo, R/.


Pero no quiero y no puedo darte gracias sólo por mí. Te doy gracias también por todos los dones que tu amor ha derramado en la Iglesia. 

Por los beneficios otorgados a los ángeles y a los santos, alabanzas perennes de tu amor. Sobre todo, por los beneficios innumerables que has hecho a María Santísima, nuestra dulce Madre Corredentora y Medianera de todas las gracias. 



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