DÍA SÉPTIMO:
DOLORES DE MARÍA
SANTÍSIMA
CANTO: Madre del Amén.
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros
enemigos, líbranos, Señor, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amen.
ACTO DE CONTRICIÓN: Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre
verdadero…
ANTÍFONA: Elijo y consagro este templo para que esté en él mi
nombre eternamente. Mi corazón y mis ojos estarán siempre en él. (2º Crónicas
7, 16)
ORACION PARA TODOS LOS
DÍAS
Fotografía de la Virgen tomada ayer después de la Novena
Virgen Santísima del Remedio que en tu solicitud de Madre de
los hombres no te cansas de idear prodigios para remediar nuestras muchas
necesidades y que dejándote señalar en el humilde barro de una teja, recibes la
veneración de estos hijos que en Ti confían, a cambio de los innumerables
beneficios que les dispensas. Permite, Madre de bondad y ruega a tu Divino Hijo
que se graben cada vez más en nuestra alma sus saludables ejemplos para que
siguiendo las huellas de sus virtudes y estampándolas en el frágil barro de
nuestra humana condición, la transformen y eleven a las alturas de la gracia
para más tarde hacerla participar de los esplendores de la gloria. Amén.
MEDITACIÓN:
DOLORES DE
MARÍA SANTÍSIMA
PUNTO 1º Contemplemos a María Santísima junto a la Cruz. Allí está de pie, con la fortaleza de un héroe. Todo la atormenta: la Cruz, consuelo del que sufre, es para ella el patíbulo donde está colgado su divino Hijo; la sangre de Jesús, de un valor infinito, la ve hollada, pisoteada y confundida con el polvo. Si dirige la vista al cielo se cruza con la mirada moribunda de su Hijo, si mira a la tierra ve la actitud airada de sus verdugos y la ingratitud de los hombres para con Dios.
Míranos a nosotros, Virgen mía, míranos
a nosotros que somos tus hijos, engéndranos con la fuerza de tus dolores y tu
mirada de piedad penetre en nuestra alma pecadora y quede contrita y
arrepentida de sus culpas.
(Breve silencio
meditativo)
PUNTO 2º María fue constituida en la Cruz por Madre de todos los hombres. Si para Ella fue desventaja grande cambiar al Creador por la criatura, al Maestro por el discípulo, al Justo por los pecadores, nosotros recibimos con ello una prueba inefable de las fuerzas de Jesús. ¿Quién puede medir el valor de una Madre? Y si además de ser Madre nuestra es Madre de Dios, revestida de todo poder sobre el cielo y sobre la tierra, y enriquecida con los tesoros de todas las gracias, ¡ah, cómo pondrá en sus manos el caudal inagotable de sus gracias y lo derramará en provecho de sus hijos!
Y para más obligarla le
decimos: «Muestra que eres Madre» pues Ella cumple con largueza el ministerio
de su maternidad. ¡Cuán al contrario tendríamos que responder nosotros si Ella
nos dijera a su vez: «Muestra que eres hijo»!
(Breve silencio
meditativo)
ORACIÓN PROPIA DEL DÍA
SÉPTIMO
Virgen dolorosísima, amargada con el cáliz de los dolores en
la pasión de tu querido Hijo Jesús, que llegaste a sufrir verdaderas ansias de
muerte y que mil veces la hubieras preferido antes de ver a tu Hijo expirar en
la Cruz por los pecados de los hombres; permite, Virgen Santísima que te
acompañe en tus dolores detestando mi mala vida, arrepintiéndome de mis culpas
que son la causas de tus padecimientos; y seas Tú el remedio de mi alma
atribulada por el dolor de la contrición; y pueda yo de esta manera mitigar los
sufrimientos de Jesucristo y endulzar tu corazón de las hieles que lo amargan,
para que, en recompensa, me alcance la santa perseverancia hasta la hora de mi
muerte, y expire en tus benditos brazos, acompañado de Jesús que me reciba en
la gloria por toda la eternidad. Amén.
PÍDASE LA GRACIA QUE
DESEEMOS ALCANZAR
(Tres Avemarías)
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Virgen Santísima del Remedio, salud de los enfermos, consuelo de los afligidos y amparo de los que te invocan, no podemos alejarnos de tu presencia sin que antes recordemos con gratitud los beneficios recibidos de tus manos. Tú vienes a nuestras casas cuando la enfermedad hace presa en alguno de nuestros miembros y al momento renace la tranquilidad y se despeja el horizonte de nuestras esperanzas. A Ti acudimos cuando la barquilla de nuestra fe amenaza naufragar en los escollos del mar proceloso de las pasiones, y eres faro esplendente que le señala el norte de la virtud y brisa suave que le alienta para arribar al puerto de la gloria. Tú eres la compañera inseparable de esta Comunidad que te guarda y venera como su tesoro. Tú eres el paño de lágrimas que enjuga las de todos los hijos de este pueblo que en Ti ponen su confianza; Tú resuelves nuestras dudas; Tú alivias nuestras penas; y con el mismo afán con que fijamos nuestros ojos en el barro de esa teja que has elegido como trono de tus bondades para venerar impresa tu sagrada imagen, recorremos uno por uno tus inmensos beneficios y los fijamos en las fibras de nuestro corazón para agradecerlos dignamente y, por tu mediación, reconocer al Dador de todo bien, Cristo Jesús, a quien sea dado todo honor y toda gloria en los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO A LA VIRGEN DE LA
TEJA
Letra y música: Ángel
de Toro, Pbro.
(Se puede escuchar en
YouTube)
Desde la tierra que nos engendra,
junto a la vida que Dios me dio,
he recibido por Madre tierna
la misma Madre del Redentor.
Busca el amparo bajo la Teja,
que nos protege como al Señor.
¡Qué bien me acuna!, ¡qué bien me
mece!
la misma Madre que al Salvador.
Ella me guarda bajo su manto,
y me conserva en el corazón.
Ella me cubre cual dulce Teja
de frío y lluvia de mal y sol.
En un convento de pobres Claras,
quiso María grabar un don,
sin moldearlo en barro cocido
para que crezca como el amor.
Sienta la Tierra dócil y limpia,
los mismos dedos del Creador.
Sienta mi alma la dulce dicha
de Nazaret en la Anunciación.
Ella me guarda bajo su manto,
y me conserva en el corazón.
Ella me cubre cual dulce Teja
de frío y lluvia de mal y sol.
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