El Nacimiento que hemos adornado
este año en nuestra iglesia nos transmite una enseñanza por medio de la
simbología:
Los colores, la luz, las figuras y las formas.
Los colores, la luz, las figuras y las formas.
LOS COLORES.
El verde simboliza la esperanza. Dios ha cumplido sus promesas
enviando al Mesías anunciado por los profetas a lo largo de muchos siglos y
esperado por el pueblo de Israel.
Los “rayos”
verdes que salen de la estrella central y se abren hacia la tierra nos hablan
del descenso de Dios a nuestro mundo, a la historia concreta y personal de cada
hombre de todos los tiempos y lugares. Es el Dios que baja y se dona. Las bolas
que adornan el árbol son todas verdes de diversas tonalidades.
El blanco simboliza la pureza virginal de María que es madre
siendo virgen. Blanco es el suelo y las pascuas laterales que descansan sobre
rojo.
El rojo es el color de la sangre que nos habla de la
Encarnación del Verbo. El Dios invisible y eterno entra en la historia
asumiendo nuestra carne y sangre. Está en las pascuas que adornan el nacimiento,
en la vela que hay junto al Niño y en la tela frontal del suelo.
LA LUZ
Aparece en la estrella luminosa. Las estrellas están en el cielo,
iluminan la oscuridad de la noche, tienen luz propia. Una estrella guió los
Magos hacia el Niño, mostrándoles que era el Dios-Rey. Debemos mantener fija
nuestra mirada en esta estrella que nos dice: “Aquí está Dios”.
Al pie del Niño una vela roja nos recuerda las
palabras de Jesús: “Yo soy la luz del mundo”
El poquito fumillón verde y blanco, la cinta que rodea el árbol, las
bolitas que lo adornan, despiden pequeños destellos luminosos.
LAS FIGURAS
A un lado del nacimiento, por
detrás, hay 16 ramas de sauce de
pascua. Nos hablan de una
tierra seca que espera. El 4 es el número de la tierra, multiplicado por 4 son
16. Nuestra tierra, nuestro barro será vivificado gracias a este Niño.
A otro lado un frondoso abeto natural junto a la Virgen María nos recuerda el
árbol de la vida que había en el paraíso antes del pecado de Adán. Simboliza
también el árbol de la cruz del que ha brotado la vida para toda la humanidad.
En él fue colgado el fruto bendito del vientre de María.
El Niño dirige su mirada a un pastor, parece que le habla y
le dice:
“Yo soy el Buen
Pastor, de la descendencia del rey David, que también fue pastor. Igual que tú
sostienes una ovejuela entre tus brazos, así quiero coger yo a cada hombre,
para que ninguno se pierda. Por eso me hago Niño, para que nadie me tenga miedo”.
La tela del fondo en forma de tienda de campaña nos recuerda
el Evangelio de San Juan:
“La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”.
A todos los
seguidores de este blog les deseamos:
Que el mensaje de la Navidad llegue a cada corazón y se
abra al amor de Dios para que ninguno se pierda.
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