Con gran elegancia, fluidez y belleza explicó la vida de Santa Clara desde las cuatro estaciones del año.
Nace un invierno de 1193, cuando la tierra caliente guarda en su seno las semillas.
En primavera, tiempo de desposorios, ella (prometida a un joven noble) se escapa de casa para unirse a su Esposo: Jesucristo, “el más bello de los hijos de los hombres hecho por nuestro amor el más vil de los varones.”
En primavera, tiempo de desposorios, ella (prometida a un joven noble) se escapa de casa para unirse a su Esposo: Jesucristo, “el más bello de los hijos de los hombres hecho por nuestro amor el más vil de los varones.”
El verano es tiempo de buscar el fruto. Clara y Francisco, en su anhelo por unirse con Cristo en su despojo por amor, alcanzan la santidad y resplandecen como el sol y la luna.
En otoño los días se acortan, Clara llega al ocaso de su vida terrena y dice a su alma: “Vete segura y en paz, pues llevas buena escolta para el camino”. Agradece a Dios el don de la vida y del Espíritu Santo, que la ha ido conformando a imagen de Cristo. Una hermana tiene el privilegio de ver cómo la Virgen María acompañada por un cortejo de vírgenes la besa en la frente y recibe su alma.
En la Bula de canonización Clara es llamada “Madre y Maestra” de sus hijas las clarisas. “Hermana y compañera” de todo fiel que acude a su intercesión.
Sor Mª Victoria abordó paralelamente temas de actualidad como la pérdida de valores, la recta formación de la conciencia, la importancia de de una buena educación de los hijos y el respeto de los padres hacia las opciones de vida de ellos; cómo afectan los “símbolos” en la sociedad.
Haciendo alusión a uno de sus libros, “La vía de la belleza”, nos hizo comprender que por medio de la belleza expresada en el canto, la danza, la delicadeza en las relaciones interpersonales, podemos descubrir a Dios.
Terminada la conferencia contestó a algunas preguntas.
Nuestra iglesia estaba prácticamente llena, las personas muy atentas irrumpieron al final en un interminable aplauso. Muchos se acercaron a saludarla y a nosotras nos agradecieron el haberles invitado a venir, pues había merecido la pena, incluso el trasladarse de pueblos vecinos en una tarde lluviosa.
Nuestra iglesia estaba prácticamente llena, las personas muy atentas irrumpieron al final en un interminable aplauso. Muchos se acercaron a saludarla y a nosotras nos agradecieron el haberles invitado a venir, pues había merecido la pena, incluso el trasladarse de pueblos vecinos en una tarde lluviosa.
Felices decían que era mucho lo que se llevaban en sus corazones.
Las próximas dos conferencias son igualmente interesantes y os invitamos a venir.
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