5 de JULIO
El primer
viernes de cada mes es una fiesta mensual dedicada al Sagrado Corazón
de Jesús, tal como el Señor se lo inspiró a santa Margarita María de
Alacoque.
El Señor le sugirió que al terminar cada mes, el primer día penitencial siguiente, procurase dedicarlo a reparar por las faltas
y pecados del mes precedente, particularmente los cometidos contra la Sagrada
Eucaristía y procurase
COMULGAR
Y CONFESAR
para ofrecer a Dios Padre reparación por los pecados.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús puede renovar nuestra
vivencia cristiana.
En este año dedicado al Sagrado Corazón de Jesús vamos a
tener una vigilia los primeros viernes de cada mes.
Subiremos al blog cada primer viernes una pequeña meditación del padre Mendizábal
S.J. y algunas oraciones para quien quiera unirse a nosotras a nivel personal a
esta vigilia de oración y reparación.
Reflexionemos
sobre nosotros mismos sobre nuestra
vida personal, real, familiar, parroquial, comunitaria, con la convicción de
que nuestro comportamiento ha sido deficiente. Y sintámonos unidos al mundo
entero, a toda la humanidad, dolidos ante Dios por nuestros pecados y
dispuestos a unirnos al Corazón de Cristo para repararle, para reparar al Padre
Celestial, para purificarnos, acercándonos a la intimidad con el Señor.
Hoy viernes, conmemoramos la pasión, cuyo memorial es el
Sacrificio Eucarístico. Nos unimos a esa misma pasión y vamos adquiriendo esas
actitudes interiores que son el núcleo de nuestro ser cristiano.
¿QUÉ LLEVA
CONSIGO ESTA ACTITUD DE REPARACIÓN?
Nuestra respuesta al Amor, al Corazón de Cristo, tiene como
punto de partida participar nosotros del Corazón de Dios. Nosotros podemos amar
en cristiano porque primero ha descendido el amor de Dios, se nos ha dado el
Espíritu Santo que viene a formar en nosotros un Corazón como el de Cristo.
El Corazón de Cristo se hace uno con el Padre y uno con los
hombres por amor. Análogamente nosotros, cuando se nos infunde el Corazón de
Cristo, nos hacemos uno con Cristo, uno con el Padre y uno con los hombres. En
esto consiste la estructura fundamental de ser cristiano.
En la fuerza de este amor cuando Cristo ve la ofensa al Padre ofendido por el pecado de los hombres le llega al alma.
Este amor nos lleva a
participar íntimamente de los sentimientos de Cristo a tener nosotros sus
mismas actitudes.
En la fuerza de este amor cuando Cristo ve la ofensa al Padre ofendido por el pecado de los hombres le llega al alma.
La reparación no puede
entenderse sin un amor profundo que nos identifica con Cristo y con los hermanos, sin
un amor que es sensible a la ofensa al Padre y también sensible al mal de
los hombres y al pecado.
Es señal de un corazón profundamente
cristiano el sentir en sí hondamente la ofensa a Dios.
A quien está empapado de este Espíritu, a quien está lleno de
ese Corazón no le dejan indiferente las ofensas de Dios ni los males de la humanidad. De ahí arranca
el movimiento activo de la reparación, fundado en un amor sensible a la ofensa
de Dios.
Mirando el Corazón de Cristo vemos que es sensible a la
ofensa de Dios y al mal que sufren los hombres por sus pecados.
La reparación tiene un primer momento:
Evitar la ofensa a Dios, es lo que llamamos reparación
negativa. Lo mismo podemos decir de todo el mal del hombre: evitar
las injusticias del mundo es una obra admirable de reparación negativa siempre
que arranque de ese amor, porque
en el orden cristiano no cuentan
solamente las acciones exteriores que realizamos, sino la actitud interior con
que las realizamos,
puesto que el cristianismo es religión de amor, religión del
corazón.
Cuando al ver a Dios ofendido por la injusticia del mundo nos
mueve a evitar esa injusticia es ya un primer paso en nuestro camino de
reparación, nuestro proceso de identificación con Cristo al cual se nos invita:
“el que me sirve que me siga y donde esté Yo, ahí este también mi servidor”.
CONSAGRACIÓN
A LOS SAGRADOS CORAZONES UNIDOS DE JESÚS Y DE MARÍA
(Dictada por el Santo Padre Pio de
Pietrelcina)
Queridísimos Corazones de Jesús y María que tanto sufren y
tanto aman, tomad mi cuerpo y mi alma, elevadme a la Sacrosanta y Trinitaria
Gloria. Yo (nombre), quiero consagrarme a Ustedes en cuerpo y alma, entregar
mis obras y mi vida, para ser apóstol de vuestros Corazones Gloriosos. Consagro
mi país, mi familia, mis actos, todo lo que tengo, lo que soy y lo que hago.
Cubro mi consagración con la
Preciosa Sangre de Cristo, en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo, y la protejo con las Lágrimas de la Divina Señora , en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; la resguardo con la Espada de San Miguel para
vivir en la Divina
Voluntad ; haciendo, amando, sirviendo, viviendo, entregándome
desde hoy hasta el día de mi encuentro pleno con Cristo. Amén.
ACTO DE
AMOR
•¡Dios mío! sumo Bien, quisiera haberte amado siempre.
•¡Dios mío! detesto el tiempo en que no te amé.
•¿Cómo he podido vivir tanto tiempo sin vuestro Santo Amor?
lores y las pruebas con que has sembrado Y vos ¡Dios mío!
¿Cómo pudiste sufrirme?
•Os doy las gracias ¡Dios mío! por vuestra Gran Paciencia.
•Pero ahora quiero amarte siempre.
•Deseo morir antes que dejar de amarte.
•Quítame ¡Dios mío! la vida, cuando haya de dejar de amaros.
•Una gracia te pido, y es la de amarte siempre.
•Con vuestro Amor seré dichoso.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Mensaje de Nuestro Señor a Luz María
(Pincha aquí)